Hoy me he parado a beber del cáliz del olvido junto a la soledad que me acompaña desde que un día decidí verte, y, a decir verdad, he hablado con ella.
Hemos hecho una partida de cartas, donde tú eras mi arlequín para todo y yo, siendo un valiente as, no he servido pues te aliaste con los palos, mientras que a mi único corazón se le daba de lado. Siempre odie las partidas amañadas, donde los bufones tomaban cartas en el asunto para dejarme fuera de juego. ¿Quieres encasillarme? Perfecto, ya te he olvidado, esta noche volveremos de nuevo a la mesa, con las fichas a punto en un tapete eterno donde mi alma esta en juego frente a la indiferencia recibida. Ases por debajo, como siempre.
Al final de la partida, mi fichero estaba completo, genial mano, los arlequines ardieron en la pira de mis emociones y te reduciste a la nada, tu indiferencia quedo ganada y hoy la tengo, glorioso trofeo, enmarcada en mi interior, a la vista de quien quiera verla. Ya ves, olvidado y orgulloso... o no?
Esta noche, volveré a encontrarme con mi soledad y beberé con ella, de nuevo del cáliz del olvido, aunque esta vez dejaremos de lado el póquer de almas y jugaremos al ajedrez. Creo que elegiré al rey, pues una vez, aunque solo fue una, fui alguien importante, y tú, serás la dama que conlleva mis desvelos, aunque solo sea por tus ansias de derrotarme... ¿olvidado dijimos? Si, pues para ponerme al desnudo usaras tu peón, siendo su esclava, pues marcará la pauta a seguir en mi derroque, y será, por orden de importancia, el ultimo en liza, destructivo sorpresivo, esperado desde el principio y mentiroso. Engañará, dejará salir los comentarios de la diagonal y atacarás... me entraste por la vía del pastor y jaque antes de verte... ¿Dónde están mis camaradas? Ahogados en mi cáliz, bebiendo a mi salud.
Creo que se está convirtiendo en mi habito de noches amargas, el pararme a beber del olvido embriagador con mi soledad y jugar azares que se, puedo perder algo mas que la vida, pero al fin y al cabo, hoy probaré un todo o nada. ¿Me quieres hablar? Está bien... habla que te escucho como me mientes, pues solo de eso sabes.
Y al final, me creí tu pareja y volví a tirar. El cubilete se agita con mi suerte encerrada en su interior, buscando los iguales, rojos, pasionales... Fallé. Jodidos dados, siempre me gustaron las K, tenían mucho en común con mi acratismo romántico, pero tu siempre preferiste tener tus espaldas cubiertas por el punto rojo, grande, como un tercer ojo, y mi suerte, desperdiciada de nuevo sobre el tapete de mis sueños rotos, en la mesa de mis esperanzas.
Bien, al final la suerte y los azares solo le dan la razón al inmerecido, mientras los demás, nos conformamos con la calderilla hallada en los bajos de una chaqueta raída, húmeda y salada.
No importa, creo que me alcanza para una copa más...