Incertidumbre
Nunca he sido lo suficientemente pequeño como para dejar de tenerte pena.
Fantasmagórico gótico, vino en copa el vino, apurados de un sorbo torvo, la razón se hizo ceniza y el amor hecho de muerte, que de tanta muerde, su rabia embocó.
Besan suaves las sardónicas nubes, del sueño lleno de senos tristes, se apareció. Era un zumo de canela, que sin buscar poder, me besó.
Era del morir en sueño, la visión. Que la pampa sea su lugar de aterrizaje, que caiga como se cae desde el techo de la carpa circense, después de hacer equilibrio entre las chotacabras y los cuervos, que sea como vivir pero contigo… y que esa concubina, todos los días varíe de tú: Mi deseo.
Que sea el día, sanduche de blues, arcabuz tropero, resabio de melancolía, mira que te quiero como un profeta que anuncia que viene una señora María embarazada de un señor Jesús, hay mucha tormenta dice la marea, hay mucho vacío en este pecho sin corazón; pero vendrás como esos días, tiene que ser así, en los que ya no hay razones para la tristeza cuando transita en mí, un impostor de Yo con un sable de poesía.
Cuando habitado esté, el atrio nauseabundo de la soledad con un triángulo de polvo, rastrojos indiferentes de la arcilla, esa, que es la piel difunta del olvido.
Las velas alumbran de naranja y de sombras la habitación, eres ese claroscuro, ese enternecedor sobrecogimiento.
En el piso de madera se puede escuchar mi insomnio en el retablo, debajo hay gallos nerviosos y en el aire un gritar de grillos desde la poza, donde cruzados están dos cáñamos, con los que se camina sobre el agua, para no dar con el fango del fondo, desde donde se mira a los ojos y sin miedo a la luna. Donde uno otea incrédulo el infinito.
Al verme las manos, de colores trémulos manchadas, una exhalación toca la puerta de los labios para escapar. Faltan entierros para las esponjas de lágrimas, canóptido lerdo de las horas estallando en el sol de invierno, quedan por oficiar misas de arrepentimiento en carnaval.
Lo que no imaginé (porque sí, era arrogante) es que ibas a irte como una nota nostálgica. Sorda después del galimatías… alejándote, apenas visible por la calle poco alumbrada, rodeada de una hojarasca de plantas muertas, con la luna colgada a tu mano, aterida como de un globo una niña.
Mucho menos imaginé que iba a ensombrecerse sobre esta región del trópico el cielo de verano, porque había mucha noche en los ojos, un suspiro en los bolsillos, leñas mojadas en el pecho.
Quedó sin fogón la máquina de este tren suicida, a la impericia de los rieles oxidados, sometido. Hoy un letrero colina arriba, colgado, dice: No llegarás.
También es una buena respuesta encogerse de hombros y dar marcha atrás. Porque la mediocridad es consuelo, y huir de Dios es también un oficio estúpido que no te deja morir, como hacerse pasar por responsable y buena persona en una oficina del feudo, sin saber si lo que hiciste fue haber vivido, cuando al preguntarle a tus nietos esa pregunta tonta: ¿sabes quién soy?, sin que tú mismo alguna vez te lo hayas respondido. Sientes celos de los años primeros y te dan unas horribles ganas de poder reencarnar.
Creo que por eso mi mayor dolor es la incertidumbre. Por lo que los domingos no dejo sin llenar los crucigramas.
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