Hay muchos poetas en los sitios que frecuento, basureros, prostíbulos, barrios finos, iglesias, plazas, todos sitios de culto, y muchos de ellos tienen serios problemas mentales. Por poco muero a manos de uno de estos personajillos.
Me decía:
Quisiera escribir un cuento por el cual recibiera sólo insultos, escupitajos en la calle, amenazas de muerte e intentos de asesinato. Que la gente se sintiera tan ofendida por ese relato que en ningún país me recibieran como exiliado, que en las tiendas no me vendieran ni siquiera un pedazo podrido de pan, que los perros no me permitan comer de su basura y me saquen con mordiscos y gruñidos de cualquier hueco, que las palomas de las plazas se ensuciaran en mi cabeza de la ira. Que en las prisiones no me soportaran por que la ira que ocasionaría sería la suficiente para amotinar a todos los reclusos en mi contra. Que el simple hecho de ver mi rostro hiciera a las personas y las bestias vomitar de repugnancia. Grandes escritores han intentado hacer lo mismo sin tener el coraje de publicar sus verdaderas intenciones, y cualquiera que me tratara de imitar o admirara mi forma de pensar sería muerto por mis propias manos.
Pensé: "es una idea genial", así que lo golpeé muy fuerte y lo amarré a una silla, destapé una botella de cerveza y se la derramé en la cabeza. Salí entre calles sucias y otras ya remodeladas, riéndome de satisfacción. No pueden haber dos genios disputando el mismo puesto.