Bienvenida. :)
Te escribo desde mi despacho en la Facultad, son las cuatro de la tarde y no tengo mucho que hacer, aparte de la programación académica para el segundo cuatrimestre. Pero puede esperar, siempre fui un niño aplicadito que hacía con mucha antelación los deberes. ;)
Así que proclive al insomnio y al ensimismamiento, eh?... Vaya, vaya, parece que tenemos muchas cosas en común, aunque estoy seguro que tú eres infinitamente mas divertida que yo, un soso con aires melancólicos, que utiliza gabardina, se pone tejanos con camisas de franela los domingos y hasta fuma en pipa como un dandy marchito. Por supuesto que no me incomodan tus mails: me asombra que no te aburras de mí, jajaja. Pero bueno, como ya sé que tienes experiencia con los hombres, me quedo tranquilo, no tendré que recordarte que las apariencias a veces engañan.
Desde que Eugenia falleció no he estado con nadie, tuve un simulacro de atracción con una alumna que no llegó a nada: demasiada inestabilidad emocional por su parte, demasiados juegos florales por la mía, una relación de artificio bastante frustrante, dañina. Por eso dejé las clases, pedí traslado, y el director del Departamento me reasignó destino en otras tareas, ya sabes, planificación de seminarios, relaciones externas con otras Universidades u organismos internacionales, etc. A mis cuarenta y pocos años, digas lo que digas, ya estoy viejito para el amor, aunque sepa admirar bellezas femenina como la tuya (no, de veras que no me confundí de foto, jajaja). Como decimos en España, una cosa no quita la otra. :))
Supongo que la soledad se lleva mal que bien, Clara: para el quehacer intelectual, incluso para reflexionar consigo mismo, resulta imprescindible (al final leí tu párrafo, jeje). Pero en ocasiones se echa en falta una caricia o mohín de ternura, un contacto cómplice, un beso, no sólo sexo, o no sólo en la forma genital en que siempre lo entendemos. Tal vez sean carencias afectivas propias del primer mundo mientras el tercero se desangra entre enfermedades y hambrunas. Quizá acabo de escribir una parrafada cercana a la demagogia. Me divierte tu papel de “celestina transoceánica”, jajaja. Para abrirse al amor hay que estar preparado y listo, sin cicatrices ni heridas. Por ahora no es mi caso.
Acepto tus gracias, que no tonterías. El final de Eugenia resultó incomprensible, sería bueno adentrarse en su pasado, tú me podrías ayudar. Sin embargo aunque encontrásemos razones ya nada la devolvería a la vida. Sería un intento vano, acaso inútil.
Un beso
Augusto
PD: La invitación está cursada, falta que te animes a cruzar el charco.
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