Vuelta, ropa tendida, humedad manglar, graznido, palomas en huída, saliva para cerrar la herida, moho verdoso, satélites mudos, televisores ciegos, periódico de humor, me quema el frío en tu infierno de hielo, vi un sombrero lleno de ideas pidiendo limosna, afuera de las iglesias te plantabas en una iguana con cola amputada, me asentías con la cabeza y la papada, también me gusta que seas gorda, las gordas son alegres.
¡Excluyan anoréxicas hormonas!
En la vuelta llegas sin ti,
Este mundo gira lentamente, pero gira,
Yo anotaba cometas cuando era vigía, esperando tu paso,
Registrando el regreso, programando,
Pero Tu vuelta era nigromancia, lectura de astros,
Desde acá sólo se apuntaban cambios de clima,
Pero no tenía pista de cómo llovías al decir adiós.
Luego el cantártico: Gritar atalayo, muriéndome de frío.
O desierto o soledad o sociedad, que da lo mismo,
Los demás eran mimos de barro seco.
Yo no sé si eres tú,
Fuera de la ventana sudaba el sol, en un rocío,
Odio los arcoíris, las auroras boreales, repongo,
pero desde el domo de tus naves en el pecho.
Desde su observatorio de carnes, no hay artificio de dioses que te alcancen.
En el planetario de tus ojos redondos, fijos en los puntos muertos de mis poros, sobran los satélites, los proyectos seti, las sondas geométricas. Muy dentro de tu mirada, en un pequeño nido de ti, el universo es una sombra que imita, lo que tu boca recluta en segundos.
Al besarme comprendí que tenías el poder de matarme y volver a matarme, sin morir…
¿aún se ama así? |