Un gallinazo agita sus alas, con cinco oportunidades cree suficiente, rápido y decidido planea un rato bajo largos plásticos negros cables.
El arie está limpio. Su reflejo en el agua turbia del caño se pierde entre las altas y ennubecidas montañas lejanas, entre el casi azul cielo de un jueves a las dos. De la obra en construcción, un apartamento muy alto, otra pareja sale volando y nada entre el reflejo de la superficie y el lodo putrefacto del fondo, entre la vieja grúa amarilla, todo mojado.
Sigue Lloviendo, sigo oliendo el aroma asqueroso de semejante fuente de agua sucia, una gran bandada de chulos sigue saliendo del edificio, sigo sin saber a donde me conduce el agua.