3 HISTORIAS EN PARALELO
Una ciudad atestada de gente que camina a gran velocidad por la acera nocturna, agitada y mirando sus pequeños y oscuros relojes de pulso. Sin escapar a esa inefable dinámica;
Él, un él, con la cabeza levantada mirando la torre alta en frente del paradero del autobús, ve atravesar la ventana de un piso muy alto, que no es posible determinar desde el anden, una sombra…y? quizá fue el deseo de escapar de la rutina y pensar en un universo paralelo guiado por una luz que producía esa sombra, se sentía mas pequeño y mas robusto; mas pequeño por la culpa que cargaba su propio cuerpo y mas robusto por algún extraño medicamento que su cuerpo aun no asimilaba, El próximo séptimo pasajero en abordar el bus salió incómodamente del cúmulo de gente para empezar una travesía de regreso a casa, el camino no sirvió para otra cosa que para gritarle en la cara que eso, no era un sueño.
Ella, una Ella, permanecía acostada al bordo de la cama, apretando los dientes unos contra otros, con un pañuelo en las manos que no alcanzaba a secar las lagrimas que venían de no se que parte del alma; inundada por un sopor irremediable, dejaba que su cabeza saliera del lecho donde su cuerpo yacía, mientras que sobre sus cabellos negros se ejercía toda la fuerza gravitatoria, que simulaba el reloj de péndulo que colgaba sobre la pared de la sala…y? quizá el tiempo que trascurría en el reloj le mostraba lo que no entendía, a ella misma le resultaba extraño llevar ya tantos años persiguiendo un instante perdido, pero que ahora estaba ante sus ojos y se escapaba sin ella poder hacer nada, ya no le importaba hacer algo, el sueño la vencía.
El, otro él, limpiaba sus anteojos y marcaba con fuerza los pasos con los que recorría el interminable pasillo blanco de salida, el sonido de sus zapatillas negras rechinando sobre el encerado piso, al mismo tiempo, que escuchaba como por la radio llovían un millón de rosas rojas…y? quizá el sonido le mostraba la sonrisa que iba a ser su perdición; las palabras que en algún momento había pronunciado y de las cuales no se arrepentiría nunca, aunque ahora no tuvieran valor, ni un corazón que las escuchara. No se puede pedir perdón por algo que no se considera un error; Y él sólo se sentía culpable de algo irreversible, de algo de lo que ya no hay caso disculparse, en resumen no sentía culpa. Buscó el silencio.
El, un él, recorrió los últimos metros de manera apresurada, impaciente por llegar a su morada, abrir la puerta, recorrer la casa, encontrarla y besarla. Al girar la llave y empujar la puerta del otro lado solo hubo oscuridad y él permaneció en el umbral mientras un dulce recuerdo, de suave olor, le susurraba en el oído: “Influir sobre una persona es transmitirle nuestra propia alma. No piensa ya con sus pensamientos, ni consume con sus pasiones naturales. Las virtudes no son reales y los pecados son solo un préstamo que se toma y que anhelaríamos pagar eternamente”. Un pecado que él, hubiese deseado pagar eternamente.
Ella, una ella, despertó con la sensación de haber pasado semanas desconectada del mundo, dirigió su mirada hacia el tocador, mas específicamente, al espejo que le devolvía la imagen de una joven hermosa, de ojos grandes, de labios de intenso rosa y con una sonrisa perfectamente delineada por ellos; al verse recordó las ultimas palabras que se había dicho antes de dormir: “Cuando crezcas, descubrirás que ya defendiste mentiras, te engañaste a ti misma o sufriste por tonterías. Si eres una buena guerrera, no te culparás por ello, pero tampoco dejarás que tus errores se repitan”. No nos queda más que el recuerdo de un placer o la voluptuosidad de una pena; y ella, no quería ninguna de las dos.
El, otro él, sostenía en las manos un sobre ya deteriorado por el uso, con el color característico del sudor, finamente marcado con su nombre de pila en el lado inferior izquierdo y un logotipo acompañado de unas iniciales en lado diagonalmente opuesto a este, bajo las luces anaranjadas de la autopista en las afueras de la ciudad, en la ausencia del sonido permanecía gritándose a si mismo: “No conozco la clave del éxito, pero se que la clave del fracaso es tratar de complacer a todo el mundo, somos mentirosos por naturaleza, mentimos a todo mundo, incluyendo a quien amamos”. La verdad duele y no queremos que el ser amado sufra; él no conocería el éxito, pero tampoco el dolor.
“La única razón para que el tiempo exista es para que no ocurra todo a la vez”. Einsten; talvez Einsten.
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