Frente al mar estoy,
aun no caigo en los recuerdos,
respiro la esencia salada del mar.
Escucho su rugir y pierdo mis latidos,
me veo frente a lo mas inmenso que puedo ver en toda mi vida,
mi alma se pierde en mi mirada y no busco, no llamo ni pretendo nada.
Solo el mar y mi mirada,
un reencuentro desconocido, y me llama
me invita a que lo conozca de mas cerca, su primera sorpresa, moja mis pies con su cuerpo helado y me hace sonreír.
Su invitación a jugar la conozco desde niña, el me asusta con su cuerpo helado, y yo corro para que no toque mis pies.
A veces hace trampa,
hace un juego perfecto con su rugir que me atrapa desprevenida tocando hasta mis rodillas, intento correr pero ya es inevitable,
mojada lo miro y nuevamente sonrió.
Vuelvo mi mirada a su infinito,
te echaba de menos, hace mucho tiempo que no sentía esta emoción.
Algo necesitaba en la ciudad.
Necesitaba tranquilidad,
necesitaba ver tu verdadera inmensidad, la que ni los dioses pueden mostrar, ni los humanos apreciar.
Te abrazo con mi alma, y te ofrezco mis ojos,
te ofrezco mis pisadas y mi compañía,
te regalo el aire que produzco, mi silencio y mi respeto.
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