Horas pasan y las noto solo por el frío que dejan en mi espera. Cada instante es agonía, lo cual hace de cada hora una cadena de agonías interminables que no terminan, ni se agotan, ni se van, ni terminan. Cada hueso congelado en mi cuerpo es la memoria de un instante feliz que se perdió en la antigüedad de mi época ignorante, así suene redundante. Las imágenes de mis creaciones son tan efímeras como lo que queda de este día. Insisto en creer en el regreso de aquello sin aun saber que es esto, sin saber que fue aquello que no está más, solo confiando en que el frío le de paso a algo distinto. Y cada canción es una sinfonía inconclusa de mi amor, y cada poema es un seco fragmento de mis sentimientos, y cada palabra es el universo en que aun no te encuentro. Me rodeo de acertijos que mantendrán ocupada mi mente ociosa, y busco maldiciones que distraigan mi estúpido corazón, mientras mis sentidos piensan como demonios encontrarte. Diez mil horas he contado tan solo en este minuto y mi cuerpo no soporta tu ausencia. Tu ausencia física, tu ausencia metafísica, tu ausencia química, tu ausencia absoluta. Y tan solo pienso en lo agradable que sería esta espera si estuvieras conmigo. Podríamos esperar juntos a que llegaras y así los tres estaríamos en perfecta unidad.