Hay un pedazo sucio de universo que clama
por despedidas menos transitorias,
por un adios hondo y definitivo
como un grano de sal,
como la historia insólita
de existir entre trozos de universo, pedazos
que transgreden la muralla higiénica
con que hacemos espacio entre ayer y mañana.
Hay un conjunto inocuo de batracios
convencidos hasta la médula,
o hasta el alma
-según donde se encuentre para vos el centro de las cosas-,
convencidos, seguros
de que el recuerdo construye cada historia
como un plano fatal e inevitable.
En fin, hay un llegar a casa y acostarse,
un dar cuerda al reloj,
un sexo, un libro, un yo,
un tantas cosas que voy a hacer mañana,
un recuerdo, un olvido.
Dios mío,
los batracios,
los pedazos de cielo que quieren despedirse.
Qué es esto,
dónde va.
Qué mundo,
qué misil,
qué nave doblegando la dulzura,
qué soledad, en fin,
cuanta miseria.
Dormir,
hallar (qué es esto).
Así nos va. |