Así que me arrendé un perro. Un Mastín Inglés de tres años, de unos ochenta kilos, entrenado e inscrito. Según me dijeron, tenía varios listones azules. Me imaginé que eso era bueno, y para no quedar de inculto fingí admiración. Ja! Ahora te quiero ver, gatito. Si no te mueres de un ataque al corazón, le sirves de snack al Hércules.
Apenas abrí la puerta y el gato vió al perrito, infló la cola y desapareció de mi vista. "jjjjjjj jjjjjjj jjjjjjj" gritó horrorizada la bestia. "Stay!" le grité al Hércules, que al parecer sólo hablaba inglés. Razonable. Es un mastín inglés. Se sentó a mi lado. "Lo vamos a hacer sufrir primero, compañero". Me levanto de la cama, como todas las mañanas. Hey! No está el gato con su cara de estúpido! Estará planeando alguna estrategia? Tal vez salió a buscar comida. "Walk!" le grité a Hércules, que dormía plácidamente junto a mis pantuflas. "Guard!" le dije, antes de meterme al baño. Obediente, Hércules se quedó sentado en el umbral, atento a cualquier peligro. Valdrá la pena? Definitivamente. Me voy a comprar uno. Salí de la ducha sin preocupaciones, confiado en la jugada maestra que le había hecho al felino. "Follow me!" ordené, con mi inglés champurreado. "Auuuuuu!" gritó Hércules. Gatito maletero.
"Cómo que el daño es irreparable? A mí me pasa todos los días, y todavía funciono!" No me dejaron devolverlo, así que lo tuve que comprar. Lo regalé a un hogar de menores cercano apenas salí del canil. "Adiós Hércules! Gracias por todo!". Ya se me ocurrirá algo. Esto no se quedará así, gato del demonio! |