Muy buenas, Clara. :)
Me alegré mucho al recibir tus letras, no tienes por qué darme las gracias, siempre fuiste su mejor amiga, vuestro pasado compartido en cierta forma también forma parte de mí. Es como resucitar una realidad parcial que hace mucho tiempo sucedió. No te preocupes por la caja, sabré atemperar la nostalgia e incluso el dolor. Como bien dices, procuro distraer la ausencia con viajes, el silencio con trabajo, congresos, estudios. Aunque se haga a veces muy cuesta arriba, sobre todo por el modo incomprensible en que ocurrió.
Yo sí que te envidio: eso de amanecer ahora en el hemisferio sur para los que vivimos en Europa es como una maravilla; los días aquí son todavía cortos, gélidos, nebulosos y grises. Por supuesto que recuerdo los comentarios que hacía Eugenia acerca de vuestras andanzas por la “Bajada de los locos”, siempre buscando calas recónditas donde tumbaros a tomar el sol a salvo de miradas indiscretas. Aquí el único sol que tengo es el del flexo encendido junto al ordenador.
Necesito hacer una escapada aunque el frío taladre mis huesos. Necesito también ver el mar. Así que este fin de semana me voy a un pequeño pueblo de pescadores de la costa mediterránea, le daré vuelta a mis padres, renqueantes con sus achaques de vejez, y desconectaré de las obligaciones mundanas. Que siempre viene bien. Tengo un simposium en Londres a fin de mes sobre Derecho constitucional comparado, supongo que no me interesarán más de un par de conferencias, el resto de la jornada pienso pasarla bien abrigado viendo corretear ardillas en Hyde Park.
Me halaga que me cuentes lo que te decía Eugenia de mí, me sonroja incluso. Nunca me precié de ser un plusmarquista sexual ni nada por el estilo, mi vocación no ha sido otra que la de ser rata de biblioteca, admirar catedrales góticas, pasear por parques románticos y procurar que ella fuera feliz. Creo que antes de tocar el cuerpo o la intimidad de una mujer, se debe conocer sus necesidades, se tiene que tocar su alma. Ése es el secreto, no un cúmulo de virtudes masculinas que ignoro poseer. Yo toqué el alma de Eugenia o supe tocarla. Pero el mérito fue suyo, por confiar, enamorarse de mí. ¿En serio que tú también te enamoraste?... jajaja, supongo que es normal: en los cuentos de hadas se anhela ser el protagonista principal. :)
En realidad no sé si llegó a ser feliz en esencia, Clara. Y esa duda me carcome el pensamiento como una termita implacable. No lo sé, y eso me hiere adentro.
Tal vez fui incapaz de salvarla, pero ni sabía ni entonces podía saber. De hecho, continúo preguntándome cosas sin entender prácticamente nada.
Un abrazo.
Augusto
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