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DIECIOCHO

Nota para los lectores: esto está escrito hace ya tres largos años. Para quien, con la mejor intención del mundo, se sienta impulsado a formular un juicio moral sobre lo aquí narrado, quiero aclarar que esos tres años transcurridos no han sido en vano para esta historia.....pero eso es cosa de muchos más capítulos, así es que o se aguanta la paciencia o abandone la lectura.

Ya sé que tú crees que no tienes que publicar tu separación en la prensa, que no tienes por qué dar aviso a tus relaciones de la separación, y que cuando los vecinos de tu edificio los vean saliendo con los niños pensarán que por fin volvió ese señor tan simpático y sonriente, pobrecita ella que ha estado todos estos meses sola, por fin volvió su maridito de ese viaje de negocios tan largo, pero ahí están, juntos de nuevo, saliendo con sus niños, qué lindo verlos de nuevo juntos, aunque dicen que a ella la han visto salir y llegar con otro hombre, pero no, debe ser algún compañero de trabajo, ¿compañero de trabajo le dicen ahora? porque yo los he visto despidiéndose con un beso en la boca, no, debes estar equivocada, no viste bien, ¿acaso no los ves cómo van, marido y mujer y los niños? no seas mal pensada, bueno, lo que vi lo vi, no más, no seas peladora, linda, ella es una mujer decente, bueno, será como tú digas, ojalá que así sea, porque en realidad son una linda pareja, y con niños tan lindos y grandes ¿verdad?, mientras yo me tomo un whiskie y escribo, solo en mi departamento este sábado en la noche, de vuelta de Puerto Velero, nueve horas manejando, con Claudio al lado, pero solo, solo de ti, Antonia, y solo de ti significa SOLO, y pienso que en estos momentos estás viendo el video de la graduación de Daniel con Alfonso y, en el mejor de los casos, con tu Francisco y la Sofía, y toda la simetría de nuestras respectivas circunstancias se me viene abajo frente a la realidad, y me doy cuenta que, mientras yo soy un hombre separado, ante mí, ante la Rosario, ante mis hijos, mi madre, mi hermano, toda mi familia, mis amigos y hasta mis conocidos y mis colegas, incluso repudiado en algunos círculos, en cambio tú ¿cuál es tu status actual ante ti misma, ante Alfonso, ante tus hijos, tu padre, tus amigos, relaciones y compañeros de trabajo?, claro, hay mucha gente que ya sabe de lo nuestro, incluso tu padre y tus hijos, me lo has dicho, pero ¿en qué medida eso es una realidad para ellos, más allá de la ambigüedad, más allá de esa cosa tan rara (puede serlo, Antonia, para muchos) de verte compartiendo techo con tu (teórico) ex marido, en qué medida yo existo, y no soy sólo una teórica entelequia, casi de carácter genérico, para tus hijos (con la honrosa excepción de mi querida Sofía), para tu padre, que no quiere perder el tiempo hablando de este nebuloso ser, porque lo que le importa ahora es que tu marido legal, Alfonso, se haga cargo de sus responsabilidades, sin darse cuenta que, si Alfonso no lo hace, es porque su hija, Antonia, se enamoró de otro hombre, de nombre José Agustín Vásquez Márquez, cuarenta y nueve años, arquitecto, separado, cuatro hijos, vista al mar, y mantiene relaciones amorosas con él desde hace ya veintiún meses, y es nada menos que esa persona que la fue a buscar para llevarla al aeropuerto y que usted, don Stan, saludó distraídamente, la misma persona que en varias ocasiones ha viajado a distintos lugares con su hija, para lo cual usted se ha trasladado a Santiago a cuidar a sus nietos, o bien sus nietos se han quedado con usted en Viña? por qué seré tan invisible, permanentemente, ya casi me creo de verdad invisible, porque lo fui para ti en los setenta, y sólo aparecí cuando con mis combos a Kraljevic tú pudiste verme, pareciera que sólo Alfonso logra verme, y reconocerme a veinte metros de distancia ¿te acuerdas de esa vez en el Tavelli de Providencia, luego de nuestro viaje al sur?, a veces pienso que no soy real, que sólo soy el producto de la imaginación de un ser anónimo que escribe por las noches en un departamento de Reñaca una historia de ficción, en la que hay un personaje que se llama José Agustín Vásquez Márquez, cuarenta y nueve años, arquitecto, separado, cuatro hijos, que en un sábado en la noche, como hoy, o como ya hace demasiados sábados en la noche, mecánicamente se tuesta unas tajadas de pan, mecánicamente muele una palta para untarla en el pan, mecánicamente se sirve un vaso de leche, para creer que se está alimentando, para seguir escribiendo en la mesa del comedor, en un departamento de Reñaca, una historia de ficción, que ni siquiera aspira a ser publicada algún día, porque sólo la escribe para alguien muy real llamado Gabriela Antonia Sarowski Cifuentes, quien además le ha pedido que ese escrito, o relato, o historia, sea sólo para ella, sin posibilidades de ser publicada algún día, en la que hay un personaje que se llama José Agustín Vásquez Márquez, cuarenta y nueve años, arquitecto, separado, cuatro hijos, mientras otro personaje, este sí muy real, llamado Alfonso, edad desconocida para el anónimo autor de estos escritos, ingeniero, casado, tres hijos, cómodamente instalado en un sofá junto a su esposa e hijos, ve con alegría y satisfacción no disimuladas el video de la graduación de su hijo mayor, Daniel, luego de haber sido agasajado con una suculenta comida casera, y también con una oculta satisfacción ve cómo está ahí, él, con su esposa e hijos, mientras en Reñaca el presunto responsable de sus desgracias, un ser de ficción llamado José Agustín Vásquez Márquez, cuarenta y nueve años, arquitecto, separado, cuatro hijos, mastica con desgano su pan con palta y bebe de su vaso de leche, y medita sobre su computador a propósito de las injusticias del destino, porque mientras él no existe, o vive una anónima y solitaria vida de separado, en cambio la presunta víctima de sus malvados actos disfruta de la amistosa, hasta fraternal, compañía de su (ex) esposa, del techo que lo albergó siempre, de la compañía de sus hijos, y siente, el presunto victimario, que envidia cordialmente a su presunta víctima, pues él no puede disfrutar de esa compañía, ni de esa (presunta) comida, ni siquiera de la compañía de sus propios hijos, y tiene que limitar su existencia a este teclado en el que vierte sus penas, quizás ficticias, tan ficticias como percibe su propia existencia, que sólo se vuelve real cuando estoy a tu lado, Antonia, Antonia Sarowski y, por favor, concédeme que pueda dudar, a veces, que realmente pueda ser verdad que todo esto haya sucedido, que mientras tú comienzas a dormir en tu dormitorio allá, en Santiago, y yo escribo este relato en mi departamento en Viña (¿qué hago yo aquí, solo, en un departamento en Reñaca, escribiendo este relato en un computador, cuando yo vivo en mi casa, en Miraflores?), algo de todo esto haya realmente sucedido, que ese tal José Agustín Vásquez, conocido sólo por su mala fama de fascista, pueda tener algún tipo de relación con la conocidísima Antonia Sarowski, admite al menos que puede ser improbable y, sobre todo, increíble, y no te enojes si te escribo lo que te escribo, debiéramos firmar un contrato, que me garantizara quedar libre de tu enojo cuando escribo las cosas que escribo, pues de lo contrario tendría que dejar de escribir, dejar que el relato de nuestro amor se construyera simplemente con nuestras conversaciones, telefónicas o en directo, a fin de cuentas ¿de donde nace esta necesidad de escribir este relato, diario, narración o como queramos llamarla?, si no me equivoco, fuiste tú la que algún día me dijo que tenía que escribir nuestra historia, y no he hecho más que cumplir tus deseos, pero no me puedes pedir que sea neutral frente a los hechos, al fin y al cabo soy uno de los dos protagonistas de esta historia, ya es una gracia, creo yo, que pueda, de vez en cuando, observarme desde afuera e, incluso, criticarme, pero ya te lo he dicho, y tú sabes que es así, esta historia debería ser un diálogo, no un monólogo, como lo ha sido hasta ahora, tú deberías ir intercalando tus sentimientos y tus pensamientos en él, y así sería realmente nuestra historia, no nuestra historia vista por mí ¿no te parece?, y en tanto tú no te dignes aparecer en ella deberás aceptar que sea una historia necesaria y fatalmente sesgada, no lo puedo evitar, y si yo intentara escribirla de otro modo, cuidando la forma, meditando cada palabra antes de digitarla, ya sería otra cosa, tal vez menos conflictiva, menos apasionada, menos subjetiva, pero otra cosa que nuestra historia, o al menos que nuestra historia vista por mi, porque ¿qué quedaría de nuestro en ella si hasta mi propia subjetividad tuviera que ser negada?.

Texto agregado el 13-02-2007, y leído por 299 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
10-09-2007 " ya sería otra cosa, tal vez menos conflictiva, menos apasionada, menos subjetiva, pero otra cosa que nuestra historia, o al menos que nuestra historia vista por mi, porque ¿qué quedaría de nuestro en ella si hasta mi propia subjetividad tuviera que ser negada?" ¿Se podria escribir asi acerca de un amor tan profundo y complicado? Creo que no mi amigo. si el amor es pasional por que debe serlo, no se puede escribir de otra manera. ***** curiche
14-04-2007 No sé por qué hoy me he decidido a leerte, y nunca me equivoco en cuestión de lecturas (no voy andar con falsas modestias). Escribir es un acto de penitencia que se absuelve con la escritura. Un ejercicio que nos desnuda para cubrirnos sin máscaras ¿Has leído "La balada del café triste" (Carsons Mcullers)? Es un compendio de respuestas a lo que pareciera que no tiene respuestas. maravillas
03-04-2007 hacia tiempo queno me detenia en un capitulo de vuestra historia, ya veo no has permitido sea ólo para ella y el protagonista ya que esta siendo editada acá en la virtualidad. mis 5* curiche
03-03-2007 Cuánta emotividad hay en este ! Es una descarga furibunda, que se siente muy cerca. UN ABRAZO! pabloelnegro
15-02-2007 Las fotos familiares nunca dicen las verdades. Son la mejor ficción de lo que uno quisiera y por ello, aquellos que necesitan creer en lo que no se sostiene por peso propìo en este caso, amor propio; las colocan sobre las repisas de sus oficinas… Les gusta hacer creer a los demás de que son felices como de felices fueron sus padres en las mismas fotografías… Y tan felices que se ven también en las graduaciones,… en las vacaciones,… en las ambiciones,… compasiones,… y hasta en las curaciones. Sí; si parece que quisieran ser ese “ser” sonriente de brillantes pómulos que ya no cabe en sí de alegría. Ah!!! las apariencias,… esas que pueden sostenerse con sólo la tibieza del techo del “hogar” presunto. Y que contiene sólo presuntas víctimas del presunto amor filial. Uno nunca se lleva algo que ya está vagando a solas, aunque haya millones de fotos que traten de desmentirlo. Si no mira las fotos de las reuniones de camaradería. Te eximo, aunque no me corresponde, de tu presunta mala fama - que nunca fue tal - de fascista. ..Humm, tu texto…creo que escribiré algo sobre Ezra Pound porque se me vino este pensamiento desde tu escrito: LO UNICO DEFINITIVO ES LO PROVISORIO. BaronRojo
13-02-2007 "...José Agustín Vásquez Márquez, cuarenta y nueve años, arquitecto, separado, cuatro hijos..." Esa reiterada presencia de tu identidad es lo que me resultó uyinteresante dentro del texto. Un abrazo. Lili lilianazwe
13-02-2007 extraña y a la vez común historia, desde la perspectiva del protagonista. Un saludo. -nagore
13-02-2007 cucho es uno de los cap. más interesante que escribiste y con que valor!!!!!!! tecclas
 
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