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Inicio / Cuenteros Locales / Taconvino / La Cabaña (Parte 2, y final)

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********** NOTA ************
Jamás fue mi intención hacer de esta historia una maratón de lectura/escritura. En el transcurso me enamoré de algunos personajes, y quedaron otros en el camino con ganas de hacerse notar. No creo ser el primero que se siente así con una historia. Por favor, todos sus comentarios son bienvenidos, y de nuevo, gracias por la paciencia
******** FIN NOTA **********

************************* Parte 2 *************************
Cinco litros después, todavía discutíamos la veracidad de la historia de don Carlos.
- La muerte es como la vida reflejada en un espejo. No es lo contrario, sólamente está invertida. Yo creo que es verdad.
Los comentarios de la Flaca generalmente causaban algún impacto. Me gustaba esa característica en ella, ya que simplemente si no tenía algo importante que decir, no lo decía, un ejemplo que muchas veces debí seguir.

No fué así siempre. Cuando la conocimos en LA disco, pensamos que se había enamorado del Yuyo. Lo miraba con una atención e insistencia casi molesta, deteniéndose particularmente en su pelo.
- Tienes sesenta y cuatro rulos en la cabeza. Es un número muy bueno - dijo por fin la Flaca, después de un par de horas de detenida observación -. Deberían decirte "Yuyos", no "Yuyo".
Ninguno de nosotros estaba acostumbrado a este tipo de conversaciones. Aunque no éramos las personas más profundas del mundo, generalmente nos esforzábamos para hablar con un mínimo de cordura. La miré con expresión de pregunta. Probablemente los demás hicieron lo mismo.
- Ya entendí - dijo la Flaca -. Sólo cosas que valgan la pena de ahora en adelante. Eso es todo.
Y fué lo último que dijo en dos semanas, por lo menos a nosotros. Es por eso que nadie estaba seguro de como se llamaba, porque para ella los nombres no eran importantes. En realidad para nosotros tampoco, ya que siempre nos llamábamos por nuestros apodos, algunos mas obvios que otros, pero raramente por el nombre. La excepción era la Paula, a la que en ciertas ocasiones yo llamaba Pau. Nunca frente al resto del grupo, por supuesto. La Claudia en realidad se llamaba Sandra. Claudia era por "Claudia Schiffer", en alusión a su rubia cabellera y su perfecta figura que la hacían famosa entre los hombres de Puerto Montt.
- Flaquita, por qué no nos cuentas que onda contigo? Nos venimos juntando por más de un año, y no se nada de ti.
La Flaca se pensó su respuesta por veinte minutos.
- Mi onda es mía, de nadie más. "El hombre inteligente aprende de sus errores. El sabio aprende de los errores de los demás". Esa es mi filosofía. Si alguien ya la cagó, lo escucho, lo asimilo, aprendo y no es necesario que la cague yo para vivirlo. Si. Cada segundo que paso con ustedes vivo su vida, no la mía. Cada noche hablo con Carola, discuto lo aprendido y descarto lo que no me sirve. Eso es todo.
Como en el noventa por ciento de las veces, sólo entendí el diez porciento de las cosas que dijo. Por esta conversación deduje que se llamaba Carolina, ya que ella vivía sola cerca de las cocinerías, y que yo supiera, Carola no existía mas que en su laberíntico cerebro. Fue esa noche que el Jota se interesó más en ella, probablemente sólo por calentura, que aunque rara, la Flaca era bastante agradable a la vista. Fue la primera gran pelea dentro del grupo, ya que el Jano desde el primer momento estuvo enamorado de ella. No vale la pena recordar esos días.

- Chalo, de verdad existió don Carlos de la Peña?
- Claro que si po Yuyo. Mi abuelo me contó muchas cosas sobre él, y la verdad que no muy alejadas de las que me cuenta mi tío.
- Incluyendo el famoso pacto con el diablo?
- No, eso no. Yo a mi abuelo generalmente lo veía con mi mamá, por lo que ciertas conversaciones estaban prohibidas. Nos podía contar chistes cochinos toda la noche, pero de historias de terror ni hablar.
- Entonces, existió don Carlos, probablemente tenía un pacto con el diablo, perdió toda su plata y propiedades tratando de salvar los campos inundados y, trece años después, desaparece.
- Así dice la historia - respondió Sofía -. Si nos limitamos a los hechos comprobables, y dejamos de lado las historias de fantasmas, es probable que don Carlos haya vivido mucho más de lo que dice la leyenda.
- Cierto - dije -. Véanlo de esta manera: un patrón de fundo pierde todo de un día para otro. Pide plata prestada para tratar de salir a flote, pero no puede. Le debe a cada santo una vela. Que hace? Echa a correr el rumor de que tiene un pacto con el barba de chivo, y que en unos años más se lo van a llevar. Tal como lo dijo, ocurrió. Solo que es más probable que se haya estado escondiendo de sus acreedores, mas que andar montado en la grupa de satanás.
Con la Sofía compartimos una risa cómplice. Habíamos llegado a esta conclusión una de las tantas noches que compartimos junto al medio-tambor y a un vinito chambreado. La Paula se levantó bruscamente del tronco en que estaba sentada.
- Voy al baño - gruñó.
- Yo te acompaño! - gritó la Vero.
- Yo también! - dijo la Jo. Ya estaban volviendo a la normalidad.
- Yo no... - dijo muy despacio la Flaca -. Necesito contarles algo.
Nos acercamos un poco más al fuego. El Jano aprovechó la ocasión para sentarse muy cerca de la Flaca. Yo la aproveché para acercarme a la Sofía, lo suficiente para percibir su aroma. El Chito dormitaba sobre el bombo de su mamá, mientras que el Yuyo y el Jerry se acercaron con mas leña para la fogata. Los dos se acercaron mucho también a la Sofía. Sólo se alejaron un poco cuando ella me abrazó la cintura, como lo hiciera hace tantos años atrás.
- Mi papá nació acá. En esta casona - soltó la Flaca, sin anestesia -. Mi abuelo la ganó en un juego de brisca cuando era muy joven, antes de nacer mi viejo. Su papá tenía mucha plata. Vivía en el pueblo que está al otro lado del río, y se dedicaba al transporte. Su negocio desapareció junto con el puente, pero no todo su dinero. Mi abuelo, que fue negociante desde pequeño, le hizo firmar al viejo un poder notarial que le diera el control sobre la fortuna de la familia. Lo sé, porque todavía guardo ese papel en Puerto Montt. Con la plata del papá en el bolsillo, se dedicó a pasarlo bien. Cuando ganó la casa, se casó con mi abuela y nació mi papá. Ambos murieron en un accidente de tren, y aunque no me lo crean, exactamente trece años después de la fecha que consta en el poder notarial que guardo en mi casa. La casa salió a remate, y a mi papá lo mandaron al sur, a Puerto Montt, a vivir con unas tías. En esa casa se enamoró de mi mamá y nací yo.
Compartimos una mirada fugaz con la Sofía.
- Tenía trece años cuando mi viejo se "cayó" del transbordador en el canal de Chacao. Exactamente trece años. Mi papá estaba cruzando a la isla a comprarme un chaleco de lana cruda que siempre había querido. Fué la última vez que lo ví.
Varias cosas de las que dijo la Flaca me llamaron la atención. En primer lugar, creo que era la primera vez que la escuchaba hablar por tanto rato. En segundo lugar, el extraño ataque de sinceridad.
- Flaca, me imagino que estás bromeando, no? - le pregunté.
- Por supuesto - me respondió de inmediato -. Quería saber qué se sentía.
El ataque de risa nos duró varios minutos. Cuando volvió la Paula con las niñas, todavía nos sujetábamos las tripas.
- Qué les pasa? - Preguntó la Vero, al ver que incluso la Flaca se reía a carcajadas.
- Nada. Les conté una parte de mi vida a los cabros, y al parecer la encontraron muy graciosa - dijo la Flaca, dejando de reír.
- Nos contó muchas mentiras! Creo que le estoy entendiendo el sentido del humor a mi flaquita - soltó el Jano sin pensarlo mucho, por supuesto.
La Flaca lo miró sorprendida. Yo también.
- Jano, no todo lo que les conté es mentira. Mi padre murió en mi cumpleaños número trece, y también es verdad que es de ésta zona. Lo de la casona es invento, pero me hubiese gustado que fuera así. Y el papel notarial es una muestra del sentido del humor de mi papá después que se volvió alcohólico. Le gustaba inventar "pruebas" para sostener sus mentiras y explicaciones sobre por qué la vida lo había tratado tan mal.
- Qué otras mentiras te contó, Flaca?
- Jano, realmente no es tu problema. Pero sólo para satisfacer tu curiosidad, te puedo contar que parte de su mala suerte, según él, se debía al pacto con el diablo del que su abuelo se había escapado. Eso es todo.
Con esas tres últimas palabras, la Flaca dejaba claro que no pretendía hablar nada más, probablemente durante el resto de la noche.
- Que piensas tu Sofi? Será posible que el papá de la Flaca sea del pueblo del otro lado del río? - pregunté.
- Es posible. La gran mayoría de la gente jóven de aquel pueblo emigraron hacia otras zonas, principalmente a Santiago y Rancagua. Me imagino que es posible que algunos hayan viajado más al sur.
- Chalo, necesito hablar contigo - sentenció la Paula, poniéndose de pie y caminando hacia el otro lado de la piscina. Una especie de reflejo involuntario hizo que algunos músculos de mi cuerpo intentaran ponerme de pie. Bastó un suave apretón del brazo que rodeaba mi cintura para hacerme dudar como un niño pequeño. Miré a la Sofía un poco sorprendido.
- Después me toca a mí - me susurró al oído.
Me levanté y caminé los treinta pasos que me separaban de la Paula, con la mente y el cuerpo tratando desesperadamente ponerse de acuerdo. Me había transformado en un balde de gelatina, probablemente con el mismo CI.
- Qué onda tu con la Sofía? - me preguntó, apenas llegué a su lado.
- Qué quieres decir?
- Chalo, te conozco demasiado bien como para... te la tiraste?
- De qué mierdas estás hablando, Paula por la cresta!
- Cuéntame! Te la tiraste, o no?
Ante el desagradable curso que estaba tomando la conversación, hice acopio de todas mis fuerzas, y rogando para que las sinapsis de las pocas neuronas que todavía tenía operativas se pusieran en contacto, respondí:
- Pau... es mi prima. Jamás le haría algo así! Que pena que pienses eso de mi, después de todos estos años.
La miré, y ya no ví a la Paula que estaba acostumbrado. Frente a mí había una estatua de hielo, con perlas en los ojos y rubíes en los labios.
- Pero estás enamorado de ella, no?
- Eso es verdad - le dije, sin miramientos.
- Y de mí?
- Que cresta quieres de mi Pau? Fuiste tu la que me pateó, tú la que te alejaste de mi sin explicación. Te creo si te hubieses enamorado de otro, o por último que te estuviera yo poniendo el gorro, pero nada. De un día para otro, de repente, dejaste de quererme. Y jamás me dijiste por qué!!! Y resulta que ahora te da un ataque de celos con mi prima, y yo tengo que aguantar tu cara de tres metros de largo y tus reproches sin sentido, además de tus acusaciones casi degeneradas sobre mi persona. Dime que mierda quieres de mi!!!
Mientras decía estas palabras, sentía que poco a poco un peso que cargaba desde hacía muchos años se levantaba de mis hombros. Me imaginaba, con cada palabra, con cada inflexión de la voz, con cada suspiro cuando ya estaba a punto de ponerme a llorar, que un pequeño saco lleno de dudas, rabias y temores se levantaba de mis hombros y aterrizaba en sus espaldas.
- Nada. Me voy a acostar. Hablamos mañana.
Me lo dijo sin expresion, casi como escuchar hablar a un robot. Mierda. Tanto tiempo, tantos sentimientos invertidos, para nada. Me seco los ojos y vuelvo al lado de mi prima, sólo para encontrarla con el Yuyo a un lado y con el Jerry al otro.

Esa noche dormí a saltos. Entre los ronquidos del Jerry, el poco oportuno insomnio del Yuyo, y una serie de sueños que involucraban caballos negros e incendios devastadores, el sol se me apareció casi de sorpresa. Me levanté sin hacer ruido, y salí al jardín. Fantasmales volutas de vapor jugaban con el viento sobre la piscina. La fría mañana me devolvió algo de energía, por lo menos la suficiente para darme cuenta del horrible dolor de cabeza que los innumerables vasos de vino me dejaron de recuerdo. Me imaginé a la Sofía y a la Paula conversando como viejas amigas, discutiendo con una sonrisa lo fácil que es destruir a los hombres. Salí al Camino Largo con la intención de caminar a mi cabaña. El velado relincho del caballo de mi tío en los establos trajeron los tétricos recuerdos de la historia de la noche anterior. Lo pensé mejor y deshice mis pasos, dispuesto a terminar de sacar el sueño junto a la piscina.
- Te volviste madrugador en estos años. Eso si es novedad.
- No me hables tan fuerte Sofi, que me duele muchísimo la cabeza.
Corrió hacia mi con los brazos abiertos.
- Te eché tanto de menos!
Su cuerpo, su aroma, el calor de su piel. Todo volvía a ser como antes en algún soñador lugar de mi inconciente. Pero no era así.
- Sofi...
- Si sé lo que me vas a decir. Déjame tenerte así, abrazado, sólo un ratito más... por favor.
No era necesario que lo pidiera. Mi cuerpo se resistía a soltarla, y mi debilitado cerebro no podía hacer mucho.
- Dímelo de nuevo. Aunque sea mentira, no me importa.
- Te quiero, Sofi. Siempre te voy a querer.
- Yo también te quiero, y nunca te voy a querer.
Esa pequeña contradicción resumía nuestra relación. Sincera sólo para nosotros. Una horrible mentira para los demás. Nos separamos poco a poco, y aguanté estoicamente las ganas de besarla. Se secó los ojos, y su sonrisa opacó la belleza de las montañas que enmarcaban su carita.
- Que van a hacer hoy?
- La verdad es que tenemos una fiesta pendiente. Se me había ocurrido hacerla en la cabaña, pero después de anoche, no creo que a los chiquillos les queden muchas ganas.
- En la cabaña? Estás seguro?
- Esa era la idea.
- Te tengo una sorpresa - me dijo -. Tengo las llaves de la cabaña.
- Las llaves?
- Sip.
- Sofi... te conozco. Que quieres?
- A qué te refieres?
- Si me las quisieras prestar, me habrías dicho "te presto las llaves", no "tengo las llaves"
- Cierto. No te las quiero prestar. Quiero ser yo la que abra la puerta.
- Quieres venir a la fiesta?
- Sip.
- No creo que ni el Yuyo ni el Jerry se opongan. El Oscar a lo mejor un poco, por el tema de la comida...
- Estás hablando en serio?
- No.
- A la Pau no le va a gustar nada...
- No le digas así.
- Perdón. A la Paulita no le va a gustar nada.
Paulita. Menos mal que todavía duerme, o en estos momentos estaría viéndolas rodar por el suelo, agarradas del pelo. Alguna vena depravada de mi persona hizo que me sonriera con la imagen mental.
- Está enamorada de tí.
- No, no lo está. No tiene idea de lo que siente por mí.
- No vas a cambiar nunca. Jamás se te va a quitar lo distraído, cierto?
- No lo suficientemente distraído como para no darme cuenta lo bien que te llevas con el Yuyo y con el Jerry.
- Detecto celos en su dulce voz, mi niño?
- Sip.
- Si hablamos de esto ahora, me vas a hacer llorar.
- Sofi...
- Que?
- Me regalas un beso?
- Sólo si me invitas a la fiesta.

A la hora de almuerzo, cuando finalmente se levantó el Oscar, salimos al Camino Largo. Hacía un rato que nos habíamos negado a las insistentes invitaciones de don Agustín para que nos quedáramos a almorzar. De todas maneras, no dejó que nos fuéramos sin un par de kilos de carne, por lo menos.
- Tengan cuidado. No hagan maldades, y tengan mucho respeto por lo que sea que vive en esa cabaña. Yo no soy de los que les gusta compartir sus miedos, por eso es que no me opongo a su fiesta en ese lugar. Pero si llegara a pasar algo, por favor, no duden en volverse para acá.
- No se preocupe don Agustín, que si nos pasa algo, va a ser el primero en enterarse.
El Chito seguía con su eterna inocencia. Siempre me pregunté cómo podía vivir un hombre como Chito, tan inocente, en un mundo como el nuestro. No soy quién para juzgar a las personas, especialmente en juicios morales, pero mi pregunta se mantiena, incluso hasta estos días, sin respuesta.
- Cómo que inocente? A lo mejor cuidadoso, o preocupado... tal vez miedoso, pero no inocente, por favor!
- Chito... cuando te conocí, pensabas que "fornicar" era una tarjeta de crédito! Cuando te pregunté si te estabas comiendo a alguna mina, me miraste con los ojos desorbitados y me dijiste...
- ..."no porque sea negro, significa que soy canibal", me acuerdo muy bien.
- Y entonces?
- Son términos que no manejo! Con mis padres pasábamos más en la iglesia que en la casa. La televisión estaba prohibida, y la radio se mantenía en las emisoras cristianas. Ciertos principios y valores morales jamás se me van a olvidar. Y lo de "fornicar" lo tenía bien claro, porque es uno de los mandamientos de Dios.
- Eres católico? - pregunté, con real sinceridad. Las religiones para mí siempre fueron un misterio.
- Mis padres son católicos. Yo soy cristiano.
- Y la diferencia es...?
- A lo mejor un día, estando sobrios, te explicaré la diferencia.
Esto ocurrió al día siguiente de mi rompimiento con la Paula. El Chito era el único que estaba desocupado esa noche, y yo necesitaba desesperadamente emborracharme a mas no poder.
- Tu crees que es Dios el que me está castigando?
- Esa es mi fé Chalo, no la tuya. Cuando encuentres tu fé, me avisas y comparamos notas. A lo mejor encontramos respuestas mejores que las que nos ofrece la vida.
- Puta que te quiero Chito!
- Yo también Chalo. Yo también. Me obliga mi religión, sabías?
Siempre se me olvidaba. Sus valores y principios morales sólo lo hacían más inocente, no más estúpido. Desde esa noche, el Chito fue considerado por mí como un producto de una familia sin mundo. Tomé como tarea personal abrirle los ojos, mostrarle lo feo y lo lindo de la tierra en que vivimos, y en cierta forma lo logré. Perdió su virginidad con una turista australiana que llegó un día a LA disco. Juntos, le mostramos las nalgas a una patrullera en una noche de juerga. Pasamos juntos nuestra primera noche en una comisaría, y juntos repartimos pan y café a los indigentes que pernoctaban en los alrededores de las cocinerías. Nos hicimos buenos amigos. Es el único que sabe de mis sentimientos por la Sofía.

Durante el camino a la cabaña, se me había contagiado la curiosidad de los demás por lo que encontraríamos dentro. Me fui caminando al último, perdido en mis cavilaciones. No me di cuenta cuando el Jerry llegó a mi lado.
- Todavía te quiere.
Me pilló de sorpresa. El Jerry jamás fue de las personas con las que se discuten temas profundos. Para él, el amor era una enfermedad venérea.
- Jerry...
- Tranquilo! Déjame terminar.
Algo en su tono de voz, en su caminar, de pronto mas lento...
- Yo sé por qué la Paula terminó contigo. Es más, fui yo el que le pedí que no te contara nada.
- De qué estás hablando?
- No nos veamos la suerte entre gitanos, Chalo. Estoy seguro de que algo sospechaste en algún minuto.
Me di cuenta de lo fácil que es que los sentimientos te nublen la percepción. La inteligencia.
- Chalo, te juro que no fué nada planeado. Te acuerdas de la fiesta que hizo el Jota en las cocinerías?
No respondí. Me acordaba a pedazos, como una película antigua a la que le faltan algunos fotogramas. Licor de oro. Nunca más.
- Esa noche, después que el Yuyo te fué a dejar, pasó algo con la Paula...
Fue lo último que le escuché. En realidad, que le entendí. Estoy conciente de que siguió hablando, pero todo lo que yo entendía era "bla, bla, bla". Varias imágenes se me pasaron por la cabeza, ninguna muy agradable al corazón. Se me fue la fuerza de las piernas, y dejé de caminar. Estuvo bastante rato dándome explicaciones, lo suficiente para que los demás llegaran al cruce y tomaran el camino hacia el cerro.
- ... y eso pasó. Te juro que ni yo ni ella lo habíamos planeado. Sólo pasó. El copete, los mariscos, todo nos llevó a...
Fue lo último que salió de su boca antes que un reguerillo de sangre le manchara la barbilla. Mi mano, todavía transformada en un puño, comenzó a palpitar con el anticipo de la inflamación que vendría. Una lágrima alcanzó a rodar por mi mejilla el tiempo suficiente para que el Jerry la notara. Con el mismo puño la interrumpí antes de que llegara a mi boca, conciente del amargo gusto que tendría.
- Me lo merecía, Chalo. Me lo merecía.
- Eso es poco, gancho. Demasiado poco.
- Qué quieres que haga? Lo que pasó, pasó. Y si pudiera retroceder en el tiempo...
- Qué? Te la llevarías a un motel mejor, maricón de mierda?
Nos miramos. En una pelea justa, sabía que el Jerry barrería el suelo conmigo. Ni siquiera lo intenté. Se me apretó la garganta por la impotencia.
- Chalo, yo sé que jamás me vas a perdonar, pero...
- Olvídate - le dije con la voz quebrada -. Me cagaste. Es suficiente para mí. También tengo claro que la mitad de ese combo se lo merece la Paula. No quiero que esto le cague la fiesta al resto, y por ellos vamos a poner esta conversación en pausa hasta que nos veamos de nuevo en Puerto Montt. Pero te prometo, que basta con que estornudes en mi dirección, y lo que me queda de caballero se va a ir por el water, estamos claros?
- Claros. Ni una palabra más.
Se limpió la sangre de la boca, sacó un hielo del cooler que cargaba y se lo aplicó en el labio. Seguimos caminando en silencio.

La caminata cumplió su función, como cada vez que caminaba rodeado por esos árboles tan familiares. La vista de la cabaña terminó por limpiar gran parte del trago amargo recién pasado.
- Chalo! Vamos a entrar altiro, o todavía no?
La dulce voz de la Sofía me arrancó una sonrisa de lo mas profundo de mi maltratado corazón. Sin embargo, no pude engañarla.
- Qué te pasa? - me preguntó.
- Nada mi niña - le susurré -. Veamos que hay dentro de la cabaña.
Todavía preocupada, se acercó a la puerta. La mirada que la Paula le regaló al Jerry no se la doy a nadie. Lentamente, la Sofi hizo girar la llave en la cerradura. Con un sonoro chasquido, y una fina cascada de polvo, la puerta se abrió lentamente. La oscuridad al interior de la cabaña me sorprendió. Contrario a lo que esperaba, tuve la sensación de que jamás deberíamos haber abierto esa puerta.
- Entra tu primero Chalo. Mas que mal, es tu cabaña.
El Pancho y su eterna y cursi búsqueda por las acciones simbólicas. Entré. A medida que mis ojos lentamente se acostumbraban a la oscuridad, empecé a divisar formas. Muebles. Mesas. Sillas. Todos parecían estar congelados en un momento de cien años atrás. Una pequeña rendija me indicó la ventana. Las tablas que la cubrían cedieron sin dificultad. La luz entró a borbotones e iluminó un espacio mucho mas grande del que me esperaba. Una rústica mesa de pino, rodeada de seis sillas del mismo material. Un humilde armatoste de madera hacía las veces de sofá. Un desvencijado mueble de cocina ocupaba la pared contraria a la ventana. La cocina a leña de fierro forjado ocupaba el rincón de la cabaña. Una puerta abierta dejaba ver el dormitorio, en cuyo centro había una cama de bronce, sin colchón. Un par de pequeños sillones estaban amontonados en un rincón. Todo estaba cubierto por una fina capa de polvo, casi como un manto protector.
- Tenemos harto que hacer - dijo la Claudia -. Empecemos.
La claudia era una especie de contradicción en vida. Una bella mujer, con el cuerpo y el rostro de una diosa, y un doctorado en acuicultura. Siempre era sorprendente verla llegar a una casa, o a una pieza de nosotros. De un momento a otro, esta escultural mujer se transformaba en una eficiente máquina de orden y limpieza. Le molestaba mucho la "flojera de los hombres, que no son capaces ni de recojer un calcetín sucio". Recuerdo que me sentí como el patito feo cuando la conocí.
- Chalo.
- Claudia, mucho gusto. En realidad me llamo Sandra, pero nadie me dice así.
- Es tu segundo nombre? Claudia?
- No. Estos personajes me dicen así. Según ellos me parezco a la Claudia Schiffer. Por supuesto, yo me encuentro más parecida a la Elle McPhearson. Por último a la Pamela Anderson!
- Pero ahí te faltaría un poco de...
Me arrepentí inmediatamente de lo que dije.
- Ah. Lo notaste, no?
- Lo siento. No fué mi intención...
- No te peocupes. Es una muy mala costumbre de los hombres ver a las mujeres como objetos. No es mi problema.
- No es tu problema?
- No. Yo no las veo como objetos...
Habían ocasiones en que sonaba como una niña desvalida. Habían otras en que sonaba como Margaret Thatcher. Pero estoy seguro que cada una de las impresiones que causaba, estaban friamente calculadas.
- No, no es que sea caliente! Disfruto de la variedad.
- Creo que ambas definiciones son muy similares, Claudia.
- Cierto. Semántica. Sin embargo, no puedes negar que la segunda definición suena mucho menos ofensiva que la primera, aunque en el contexto signifiquen exactamente lo mismo. Sería interesante saber, por ejemplo, cuántos políticos se sacan la soga del cuello por definiciones ambiguas. "No, no soy culpable. Simplemente no existen pruebas suficientes para declararme inocente".
Varias veces nos amanecimos conversando. Tuve un par de problemas con la Paula por su causa, pero nada grave. Cualquier mujer se sentiría insegura con ella como amiga de su pareja. Pero los tres contábamos con la experiencia suficiente como para sobrellevar estos conflictos interiores. Además que entre ellas se hicieron muy buenas amigas, y de buena fuente supe después que la Claudia jamás se metería con alguien como yo. "Demasiados problemas para tan poco placer", según me dijeron.

En unos minutos la Claudia nos tenía organizados, con tareas para cada uno. De alguna manera, improvisó escobas, trapos y recipientes suficientes para que en un minuto dado, todos estuviésemos limpiando algo.
- Y el cuarto de arriba? - preguntó cuando terminamos con la cabaña de troncos.
- Tengo la llave acá - dijo la Sofi. Se había amarrado el pelo y se había colocado un pañuelo en la cabeza. Parecía una reina de polvo.
- Vamos entonces. Ya me pegaron la curiosidad.
La Paula y el Jerry se quedaron abajo. Ancho y Pancho encontraron loza en una caja dentro de la cocina a leña, y con el agua del cooler se dedicaron a lavarla. Los demás subimos al cuarto.
Para nuestro asombro, resultó ser un dormitorio. No era un dormitorio para niños. Mas bien, era como una pequeña casa de invitados.
- Creo que don Carlos jamás olvidó la tradición - dijo la Sofía.
- Qué tradición? - pregunté.
- En la familia, jamás se le ha negado techo a nadie que lo pida. Al parecer don Carlos mantuvo la tradición incluso en los peores momentos.
Sentí una especie de orgullo. Mas que mal, era mi familia también.
- Esta es demasiado pequeña para que entremos todos, así que déjenme a mí acá arriba. Ustedes vayan a preparar las cosas para el asado. Chalo, un poco de música no nos vendría mal.
- A su orden mi generala! - exclamé. La Claudia se sonrió, probablemente al recordar alguna de nuestras conversaciones sobre política. La dejamos trabajando, y bajamos donde estaban los bultos. Nuevamente nos repartimos tareas, y las carpas, mochilas y sacos de dormir se fueron dentro de la ahora reluciente cabaña. Los comestibles, el cooler, la carne de don Agustín y los implementos para el asado, se fueron a la terraza. El Oscar y el Jano quedaron designados para hacer el asado. La Flaca subió con ellos sin que nadie le dijera nada. La Vero y la Jo se apropiaron del minicomponente de mi abuelo, y yo me quedé sin nada que hacer.
- Chalo, necesito hablar contigo - dijo la Sofía, imitando a la perfección el tono que había utilizado la Paula la noche anterior. En ese momento, no me hizo ninguna gracia. Comenzó a subir el cerro, continuando por el lado de la pieza de invitados hacia arriba. Nunca había completado el camino, asi que me entusiasmé. El camino se ampliaba unos pocos metros más arriba, y desembocaba en un pequeño pozo de agua. Estaba mas bien destruido, pero todavía se podía adivinar la forma original del techo, y la tapa seguía en su lugar.
- Saca la tapa - pidió la Sofi. Obviamente, obedecí sin chistar. La vi cerrar los ojos, esbozar una sonrisa, y arrojar una moneda dentro del pozo.
- Que pediste? - le pregunté.
- Si te digo, no se me cumple.
- Entonces déjame pedir un deseo a mi.
- No se puede. Ya lo ocupé hoy, asi que no va a cumplir mas deseos hasta mañana.
- Yo no quería pedirle un deseo al pozo. Quería pedírtelo a tí.
- Chalo...
- Si sé, si sé. Te voy a hacer llorar.
- Sip.
Sentía como si tuviera las manos amarradas en una botillería en liquidación. Por segunda vez en el día, tenía una desagradable sensación de impotencia.
- Volvamos Sofi?
- Te preocupa lo que piense la Paulita si desaparecemos juntos por mucho tiempo?
- Detecto celos en su dulce voz, mi niña?
- Sip.
- Sofi, si hablamos de esto ahora, me vas a hacer llorar a mí.
- Chalo...
- Que?
- Me regalarías un beso?
- Sólo si nos volvemos después.

El descubrimiento del pozo le pareció de maravilla a los mellizos. Ambos tomaron el cubo con la cuerda que habían encontrado en el dormitorio, y partieron a buscar agua. Desaparecieron por mucho mas rato que el que desaparecí con la Sofía. El Oscar ya tenía listo el fuego en un bracero que había encontrado en la casa, y estaba colocando los primeros trozos de carne en la parrilla improvisada. Me senté en el techo con una cerveza que me había ofrecido el Jano. La Claudia apareció por la ventana de la habitación de invitados.
- Chalo, ven a ver como quedó!
Me acerqué. La habitación, a diferencia de la cabaña, estaba completamente amoblada. La cama estaba tendida, con colchón incluido. Un hermoso espejo de un metro y medio de alto con marco de madera estaba colgado en la pared del fondo. La cómoda, también de madera, soportaba una jofaina y un lavatorio, ambos enlozados y con un bello diseño. Había también una especie de escritorio de metal, como los que se utilizaban en las oficinas antiguamente, con una pequeña lámpara de pié en su superficie. Me llamó la atención, ya que en la cabaña no había electricidad.
- Todavía no has visto nada - me dijo la Claudia. Se acercó a la lámpara, giró una casi imperceptible llave circular en uno de sus extremos, le acercó un fósforo encendido y la lámpara cobró vida.
- No veía una de éstas desde que mi abuelo vendió la casa. Tenía una igual, pero no tan bien cuidada como esta. La de él ni siquiera funcionaba! Chalo, esta lamparita debe tener por lo menos unos doscientos años. Y no solo eso! El espejo es también una reliquia. Lo mismo el juego de baño que está sobre la cómoda. Por dios! Hasta la cómoda es una antiguedad! Te fijaste en las terminaciones en nácar? Y la cama... Chalo, por favor, siéntate en la cama.
- Claudia, esta pieza ha estado desocupada por años! Debe estar lleno de pulgas, garrapatas, chinches y quién sabe cuanta cosa más!
Se acercó a mi con una extraña sonrisa en el rostro, caminando como una felina. No lo voy a negar. Varias imágenes que rayaron en la pornografía se pasaron por mi cabeza, pero no era esa su intención. No de la Claudia. Me tomó de los brazos y me tiró a la cama. Ni siquiera una mota de polvo salió de las colchas.
- Claudia, yo sé que te gusta limpiar, pero esto raya en lo ridículo!! Que hiciste?
- Nada! Cuando entré, estaba todo cubierto primero por una tela. Segundo, por una gruesa capa de papel de diario. Y tercero, por una lona que estaba amarrada por debajo de las cosas. Chalo, ni los ratones podrían haberse metido! Además no sé si te fijaste, pero no hay ni siquiera telas de araña. Sientes ese olor?
- Olor a encierro, nada mas.
- Es parafina hombre! El piso y las paredes están impregnadas! Antiguamente lo hacían para evitar las termitas, y al parecer funciona de maravilla, incluso contra otros insectos.
- Con el pequeño detalle que la casa se transforma en un pequeño polvorín, no?
- Detalles Chalo, detalles. Gracias a eso, nada dentro de esta habitación se echó a perder. Ves esas dos bolsas grandes en el rincón?
- Si.
- Están llenas de bolas de naftalina! El closet estaba lleno. Olvídate de las polillas. Además que la ropa de cama tenía el mismo tratamiento que el resto de los muebles...
- Claudia!
- Que?
- Cálmate por favor.
- OK.
- Primero que nada, muchas gracias. La pieza te quedó preciosa.
- No hay problema. Fué un placer.
Su agitada respiración daba fé de que todavía no se calmaba por completo.
- Por qué no llamas a los demás para que vengan a ver tu obra de arte? No cualquier persona es capaz de transformar cien años de suciedad en una habitación de hotel de cinco estrellas. Creo que te mereces lo aplausos.
No alcancé a terminar la oración, cuando corrió a la ventana, y como una niña de nueve años en la mañana de navidad, gritó:
- Chiquillos, chiquillos! Vengan a ver!

La tarde pasó en relativa calma. Después de almuerzo, me tiré en el techo de la cabaña a dormir, sólo para despertar con el sol ya puesto, con ls Paula acurrucada en un saco de dormir a mi lado. Evité sentirme mal. Ya me habían pasado tantas cosas en tan poco tiempo, que una rabia más y se me reventaría la úlcera. "Tómatelo con calma" me dije. Disfruta el paseo, disfruta de la fiesta, disfruta del asado y de una cerveza. Relájate. Estás en tu cabaña, el mejor lugar del mundo. Me levanté con cuidado para no despertar a la Paula, y rodeé la pieza de invitados para bajar a la cabaña principal. Estaban todos sentados afuera, unos en sillas, otros en el suelo, tomando cervezas y todavía alabando el trabajo de la Claudia. Ella se sentía como una reina, rodeada por súbditos fieles que la adoraban ciegamente.
- Y la Sofi? - pregunté.
- Fué con el Yuyo a buscar agua - me dijo el Chito, inocente como siempre. Apenas terminó la frase, se dió cuenta de como me sentí.
- Ah. Quién me convida una cerveza?
- Tómate un vino mejor, Chalo. Lo vas a necesitar.
Le hice caso al Chito y me serví mi primera caña de esa noche. No sería la última por mucho.

- Cómo dormiste? - me preguntó la Sofi, obviamente refiriéndose a mi siesta con la Paula.
- Bien. Y tu? Parece que te entusiasmaste sacando agua con el Yuyo, no?
- No. En realidad nos entretuvimos más conversando.
- Ah. Conversando.
- Detecto celos en su dulce voz, mi niño?
- No Sofi, ya no son celos. Dejaron de serlo por mucho!
Cambié el juego. Ya estaba bueno de andarse por las ramas. Era momento para enfrentar la verdad.
- Ahora es dolor corazón. Puro y sordo dolor lo que siento.
- Ah. Te decidiste a hacerme llorar.
Aproveché el primer momento que el Yuyo fué al baño. Ella aprovechó el primer minuto que la Paula me dejó solo.
- Sofi, hace años que estoy perdidamente enamorado de tí. Si no venía a verte tan seguido como quería, era simplemente porque el irme cada vez me causaba un dolor más grande. Sabía que jamás te tendría a mi lado. Sabía que jamás, jamás te podría hacer parte de mi vida.
- Es que acaso no soy parte de tu vida ahora?
- No como yo quisiera, mi niña.
- Ah. Sexo.
- Por dios, Sofi. No pienses tan poco de mí. Quiero dejar de sentir que en cualquier minuto me va a llegar un parte de matrimonio con tu nombre en letras doradas. Quiero dejar de pensar que, en cada minuto que pasa, te alejas un poco más de mí, convencida finalmente de que lo nuestro jamás va a resultar.
- No te engañes, Chalo. Crees que yo no paso por lo mismo? Que no siento lo mismo? Cada noche me duermo, imaginándote en los brazos de otra. Ahora por lo menos tiene un rostro. Si Chalo, no me mires con esa cara. Estoy hablando de sexo. Ya no somos un par de niños chicos de campo jugando al papá y a la mamá. Lejos de volverse mas simple, las cosas se complicaron más allá de nuestro control, pero...
- Sofi, ya no me digas más, por favor. Sé lo que vas a decir. No es primera vez que me patean, sabes?
Nunca la había visto tan enojada.
- Eres un maricón de mierda, Chalo. Cobarde! No tienes idea de lo que tienes al frente, estúpido.
Así me dejó. Al rato llegó la Paula, muy cariñosa.
- Pau.
- Dime?
- Déjame solo, por favor.
- OK
Se alejó pensativa. Probablemente pensaba que le debía una disculpa, que porque el Jerry había asumido la responsabilidad por su engaño, su perdón estaba garantizado. Demsiado lejos de la verdad, siquiera para considerarlo.

No podía sentirme peor. El día, la tarde, la noche. De principio a fin, había sido un desastre. Un coro de perros comenzó a ladrar. "Las 12:15" me dije. "Que tanto? He hecho cosas más estúpidas con mi vida", me dije, y caminé en dirección al cruce del camino largo. Sentía los ojos de mis compañeros en la espalda, pero nadie dijo nada. Caminé en la oscuridad, iluminado sólo por las estrellas. Escuchaba tras de mi cascos de caballo, que se acercaban al paso. "Que mala la borrachera. Estoy escuchando gueás", me dije con un hilo de voz.
- Para donde va, gancho?
- Al cruce - respondí sin darme vuelta.
- A esta hora? Y qué va a hacer por esos lados? Ahí no hay nada mas que malos recuerdos y malas personas.
- Que cree usted que voy a hacer, caballero?
- Vas derechito a meterte en un problema.
- No podría ser peor de los que tengo ahora.
- No sabes lo que dices, Chalo. Vas a pedir algo que ya tienes, y vas a vender algo que no te pertenece.
- De qué me está hablando tío?
- Primero que nada, si realmente lo vas a hacer, deberías hacerlo sobrio. Borracho, es probable que sufras de alucinaciones medias gueonas, como la que estás teniendo ahora. Y no soy tu tío. Don Carlos de la Peña es mi nombre, para los que me vienen conociendo, don Carlos para los amigos.
- Déjese de bromas don Agustín, que de verdad que no estoy de humor.
Me di vuelta, sólo para encontrarme con el camino solitario que había recorrido. "Delirium tremens. No es tan grave como pensaba". Seguí caminando en dirección al cruce.

Ahí esperé, con un cigarrillo encendido para darme valor. Volví a sentir los cascos del caballo en el camino, esta vez al galope. El ruido creció demasiado rápido para ser natural, y de una distancia que yo calculaba de unos cien metros, llegó al lado mío el garañón en un segundo, relinchando como si se fuera a acabar el mundo. Y ahí estaba el Diablo, con las mismas espuelas de plata y el chamanto bordado en oro de los que tantas veces había escuchado.
- Disculpa el atraso. Andaba saldando un par de deudas pendientes - me dijo con una sonrisa.
- Hagamos negocios
- Pide no más, que para eso estamos.
- No señor, don Sata. Hagámoslo de otra manera esta vez. Ofréceme. Si hay algo que me gusta, me lo llevo.
- Ah! Un indeciso! No es necesario que te pongas inteligente conmigo, pajarito, que yo sabía lo que querías incluso antes de que llegaras acá.
- De verdad? Sorpréndeme.
- A ver, que pa trucos de circo están los payasos, asi que no me hables como si fuera cualquier cosa. Al frente tienes tu futuro, Chalo, por limitado que éste sea, así que mas respeto, por favor.
- Menos teatro y más acción, Satanás. Dime lo que quiero, y si adivinas, me lo llevo.
- Tienes espíritu muchacho. Se va a ver bonito en mi colección. Tu ya no quieres, Chalo. Tu amas. Y tu amor es imposible. Quieres que yo te lo haga posible, no es así? Déjame de mentiroso, y te regalo mi caballo!
No podía negar que el bicho que tenía al frente manejaba al revés y al derecho su negocio.
- OK. Estoy impresionado. Es posible, Cola de Flecha, o se escapa a tus poderes?
- No me subestimes, pedazo de caca. Puedo hacer eso, y mucho más. El trato es el siguiente: te quedas con la Sofía, y como bono adicional, te agrego la cabaña de mi amigo don Carlos que tanto te gusta. Además, echémosle un par de terrenos para que trabajes y no te lleve el demonio (jajaja!). Todo esto por trece años, ni un día mas, ni un día menos. En trece años más, a partir de este día, te vengo a buscar a este cruce y te vas cabalgando conmigo al infierno. Qué te parece?
Ya estaba aquí. Arrepentirme ahora, sería una estupidez.
- No te parece que trece años es muy poco, Satanás? No te cuesta nada darme unos veinte o treinta, para disfrutar un poco más del trato que estoy haciendo, o no?
- Trece años es la tradición... en realidad es una tontera. Digamos veintiséis años, para que no andes diciendo por ahí que soy un tacaño, te parece?
- Hecho. Dónde te firmo, Belcebú?
- En este papel compadrito. Tiene que ser con su sangre, para que no se me arranque.
- Que quieres decir?
- El pacto que hoy firmas conmigo, lo firmas con tu sangre. Si no lo cumples, tu sangre lo cumplirá, es decir, tu descendencia.
- Te pasa muy seguido que se te arranquen los pecadores?
- No te quieras pasar de listo conmigo Chalo, que hasta el día de hoy no se me ha escapado ninguno. Ganan tiempo, eso sí, pero para mí eso no significa nada. Además que con estos papelitos que tengo manchados con sangre, se me hace fácil rastrear a los hijos o a los nietos... si no me crees, pregúntale a tu amiga la Flaca. Su papá fue el primer valiente que se decidió a cumplir con el pacto y cortar la cadena.
- Interesante, pata de cabra, pero esto se está alargando más de lo esperado. Ya me estoy mareando con el olor a azufre. Una última cosa, si no fuera abusar de tu bondad.
- A ver.
- Me dijeron que me podías enseñar a tocar guitarra. Es verdad?
- Es verdad, pero sólo para la noche de San Juan, debajo de una higuera.
- En serio?
- No. jajaja! Pásame la mano.
Con una daga me dibujó un 13 en la palma de la mano izquierda.
- Listo, pajarón. De hoy en adelante, serás un guitarrista magistral. Algo más que pueda hacer por tí, o por fin vas a firmar el maldito papel para poder largarme de este lugar?
Y así, sin mayores ceremonias, le vendí mi alma al diablo.

Desperté sobresaltado y bañado en sudor. Miré el cielo. Estaba atardeciendo. Miré a mi lado, y como un DejaVu defectuoso, dormía la Sofía acurrucada a mi lado en un saco de dormir. La pesadilla se debatía entre mi consciente y mi inconsciente, pero ahí estaba. Todavía tibia, como el cuerpo de la Sofi a mi lado. La miré con calma. Se veía preciosa. Con mucho cuidado, aparté un negro rizo de su rostro para admirarla mejor. Se despertó lentamente, con una sonrisa en el rostro.
- Cómo dormiste Chalo?
- Como un rey, mi niña. Y tu?
- Como tu reina, me imagino.
Era una invitación más a tocar el maldito tema de nuestra relación. Maldito?
- Sofi...
- Espera. Te tengo una sorpresa.
Me entregó las llaves de la cabaña.
- Antes de salir de la casona, hablé con mi tío con respecto a nosotros.
En dos segundos ya estaba de pié sobre el techo de la cabaña, esperando a que apareciera mi tío con la escopeta.
- Acaso te volviste loca?
- Tranquilo Chalo! Déjame terminar. Ven. Siéntate acá a mi lado.
Me senté, con el cuerpo todavía tenso como cuerda de guitarra.
- Como te contaba, hablé con mi papá con respecto a nosotros. Ya no aguanté más, y quería venir a tu fiesta para que me llevaras contigo, en caso de que la conversación tomara un giro desafortunado.
- Un giro desafortunado? Tenemos suerte de estar vivos todavía Sofi! Tenemos que salir de acá luego, antes de que mi tío asimile bien lo que le dijiste.
- Que te quedes tranquilo mierda!
Escuchar una palabrota de su boca, me congeló.
- Aunque no había pensado bien lo que le iba a decir, se lo dije así no más: "Papá, estoy enamorada hasta las patas del Chalo. Me voy con él a Puerto Montt". Después del sobresalto inicial, se acercó a mí. Yo pensé que me iba a pegar, o algo, pero en lugar de eso, me dio un abrazo muy apretado. "Me alegro por ustedes, mija" me dijo. "No es necesario que se vayan a Puerto Montt. Quédense acá, conmigo. Me hace falta un administrador, y me imagino que el Chalo lo haría de maravillas". No sabía que responder. "Gracias, papá. Le voy a preguntar". Fue todo lo que me salió en ese momento.
- Sofi... es una broma?
- Nop.
- Ah.
- Sorprendida como estaba, me fui donde mi mamá. Le conté lo que había pasado, y me explicó con calma por qué mi papá se había comportado como lo hizo. Cuando él tenía trece años, su padre lo mandó a buscar un espejo a la cabaña de don Carlos, porque el que tenía se habia roto al caerse con el viento. Cuando se bajó de la yegua en la que montaba, ésta se encabritó por algún motivo, y arrancó hacia el pozo. Mi papá la siguió, pero al llegar arriba, se encontró con un caballo negro gigantesco, que al verlo de repente, también se asustó. Lo pateó justo en la entrepierna. Chalo, mi papá no puede tener hijos.
Mientras digería la noticia, me puse a pensar en sus implicancias.
- Entonces? Me vas a decir que eres hija del espíritu santo?
- No, Chalo. No es así. Mi papá vivía en el pueblo del otro lado del río, y nos abandonó a mi y a mi mamá. Llegamos al fundo de mi papá... en realidad, de tu tío, buscando trabajo justo cuando su primera señora había fallecido. Yo tenía tres meses de edad. Mi mamá se hizo cargo de la casa en lugar de su difunta señora, y con los años, la relación entre ellos fué creciendo. Jamás se casaron, ya que mi mamá legalmente está casada con mi papá todavía, pero tu tío me dió su apellido y el orgullo de llamarlo papá.
- Sofi... no somos primos.
- No Chalo, nunca lo fuimos.
No sabía si reir o llorar. Por fin podríamos estar juntos.
- Eso no es todo, mi niño.
- La cabaña?
- Cómo lo supiste?
Ahora si estaba seguro. Debería llorar.
- Conozco a mi tío.
- Chalo, por qué estás triste? Pensé que te ibas a poner feliz con la noticia!
Le tomé su carita entre mis manos. La besé con cariño, como alguna vez lo hice junto a una fogata.
- Me voy a morir - le dije.
- No mi niño, no te vas a morir, porque yo voy a estar contigo para cuidarte, para siempre.

Desde ese día, el único secreto que jamás le he contado a la Sofía es el de mi pacto con el diablo. Lo comprobé después, cuando para celebrar la noticia, le compuse un concierto en guitarra en cinco minutos. Los demás estaban seguros que yo siempre había tocado igual de bien, pero yo sabía que no. Así trabaja don Sata. Todo es gris, nada es blanco o negro. A lo mejor la Sofía jamás fue mi prima. A lo mejor don Agustín siempre consideró darme el puesto de administrador del fundo. A lo mejor la cabaña hubiese sido mía con o sin pacto. A lo mejor la práctica fue lo que me hizo tan bueno con la guitarra. A lo mejor el pacto fué solo un sueño. "Vas a pedir algo que ya tienes, y vas a vender algo que no te pertenece" me había dicho don Carlos. O era realmente Delirium tremens? Vapores etílicos jugueteando en mi inconciente? Hoy, veintiséis años después, a las 12:15 de la noche, espero en el cruce del camino largo para salir de la duda que me ha atormentado durante todos estos años. Que sea lo que Dios quiera. No me arrepiento de nada.

Texto agregado el 12-02-2007, y leído por 304 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
06-12-2007 Me pilló el acusete...aúnque lo hice por probar.De nuevo fue un deleite. pantera1
13-07-2007 Yo también quiero aprender a tocar guitarra!!!!! Buenísimo tu cuento. Froilan
14-02-2007 Gracias a Dios que si, sigues vivo.Pero mirate las patas. Miratelas para la noche de SAN jUAN. Oye , me encanto . 44 minutos ,es marathonico, o no? Le puse Diazepan a las mamaderas de los cabros/chicos. UN abrazo. suertudo! pantera1
14-02-2007 Muy lindo cuento, largo pero siempre mantiene la atension del lector, lo que indica claramente la bomia del escritor. Felicitaciones Orlando ouacosta
 
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