El Verano es un par de sandalias doradas que ella se ha puesto en sus patitas desnudas.
El Sol ya gozó con su cuerpo joven, y fresco; y por un tiempo le ha dejado huella en el bronceado y en el brillo pícaro de sus ojos de mujer satisfecha; aunque quiere más…
El encuentro se produce mostrador de por medio, en una oficina anónima de ciudad veraniega; porque a la felicidad le gusta jugar a las escondidas.
¿Yo? Soy un pálido viajante de comercio, transpirando bajo el yugo de absurda corbata, mientras recito precios que ella anota con casuales movimientos. Sonríe. La lengua le moja los labios; es como esparcir una suave salsa sobre carne que al spiedo se vá preparando. Respondo torpe. Se aleja en busca de algo, otra vez, y la minifalda, otra vez, se transluce y ahora la saliva es mía al ver su cola, bombón relleno de un licor que no adivinás con certeza su sabor pero repica en tus sentidos, y aumenta tu sensación de calor. Sus piernas son delicadas. Se las imagino suaves como brochette cocinado en lugares exóticos; te lo sirven y querés degustarlo de a poco, casi-casi lamiendo lo nuevo y sus húmedos secretos.
Vuelve hacia mí. Su breve top muestra el ombliguito bañado en chocolate. Los pechos parecen bolitas de helado con frutillitas en las puntas. Como al pasar se reacomoda un bretel caído y, no sé por qué, o si sé, comenta que no tiene marcas en la piel porque le gusta estar desnuda en la playa.
Sacude hacia atrás su larga melena de cabellos de ángel.
Pienso en mi panza que hace quince días me reclama, me exige, que le preste atención a la balanza.
En mi mano derecha, en el anular, está la alianza; la señal de la disciplina-la-fidelidad-la-voluntad-la-exigencia-de-adelgazar-y-la-monogamía.
Me reflejo en los ojos de crocantes almendras de la muchacha. Hoy es Viernes…. Y bueno ¡prometo retomar la dieta el Lunes por la mañana!