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Me pesaba la vida como un remordimiento;
quise arrojarla de mí. Mas era imposible, porque
estaba muerto y andaba entre los muertos.


Luis Cernuda. La realidad y el deseo


¡Anda! ¡Dime! No te quedes callado, como los otros... ¿No piensas decirme nada? Aunque sea un poco, sólo para saber. Sabes que no te cuesta nada el decírmelo. Sé que esto no va a cambiar a la humanidad entera, me refiero al hecho de conocer tu experiencia, pero sí puede influir en toda una tradición filosófica. ¿Te has detenido a pensar en eso? ¡No, claro! Tú sólo piensas en ti mismo, no ves a los que están a tu alrededor, y menos ahora. En serio, no es sarcasmo lo que te estoy diciendo. Realmente quiero saber todo acerca de tu experiencia: qué sentiste en el momento, qué sientes ahora, qué puedes aportar a las clásicas tonterías que han dicho tus supuestos colegas –porque estás de acuerdo conmigo que esos que se dicen tus colegas siempre resultan ser charlatanes, ¿no? Claro, me refiero a tus colegas que se deciden a hablar-. No te cuesta nada decírmelo, y no creo que en serio tus “ahora superiores” no te dejen revelar ninguna información. Tampoco me malinterpretes, no me mueve la curiosidad, ni el afán científico, ni esas estupideces que, supongo, escuchaste; lo que quiero es que simplemente me digas qué pasó durante esa experiencia tan extraordinaria... ¿Por qué callas? No debes callar, tu voz debe ser escuchada lo más que se pueda en el tiempo; si no, ¿entonces a qué viniste al mundo? Piénsalo, sé que puedes... Parece que no me vas a decir nada, ¿verdad? Pues ya te voy a dejar de molestar. Pensé que tú eras diferente. Perdón por la equivocación. Me pareció ver que tú eras de las pocas personas que habían escogido su forma de nacer y de morir, de las que son libres y que han logrado romper las cadenas que los atan a nosotros, los que somos borregos, los seres que estrechan la mano de su enemigo sólo por la cortesía que nos carcome a cada instante. Creí en ti... Y después de todo ese balazo no te afea mucho; al contrario, te hace ver como un ángel, un mártir de la sociedad, un jesucristo renovado, ¿me entiendes? Creí que eras un hombre de palabra y de convicciones casi aceradas... Bueno, ya quedaste, casi no se te nota el balazo. Ahora me tienes que permitir, porque tengo mucho trabajo; pero si te animas a contarme, voy a estar aquí, maquillando a este otro.

Texto agregado el 17-02-2004, y leído por 202 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-12-2004 Tuve q volverlo a leer, me pareció genial pero dificil de captar de primeras, es buena la imagen del maquillador de muertos intentando saber más allá, en mi opinión el del balazo ya le había contestado Vihima
 
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