Quizás fueron los frondosos árboles de pino que lo investigaban todo desde arriba, o las personas que pasaban a su lado e inevitablemente lo miraban, lo cierto es que David se sentía observado. No hacía mucho que se había mudado a ese barrio residencial de las afueras de la ciudad pero creía que la euforia de su presencia ya debía de haber pasado, entonces… ¿Por qué es que todo el mundo se tomaba al menos un segundo para mirarlo?.
La fría brisa matinal golpeaba su cara apenas húmeda por el rocío de la noche mientras se sumergía en pensamientos cuyos objetivos eran solo dilucidar el porqué de aquellas miradas.
La respuesta a su pregunta nació de algo tan molesto y mundano como es la comezón, ésta atacó la parte superior de su muslo izquierdo mientras otro curioso lo observaba. Entonces se dio cuenta… estaba desnudo y… parado sobre una tarima de mármol y además… inmóvil, pálido.
Si te llamas David y te sientes observado, asegúrate de no tener nada que ver con Miguel Ángel.