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Cierto día como cualquiera de mis días me encontré con el Destino y le pregunté lo que todo ser humano quiere saber: ¿Para qué estoy en el Mundo?.
El Destino no supo contestarme, dijo que su sola misión era controlar el porvenir de las personas pero no la razón de vivir de éstas. De todas formas, y sintiendo que me debía al menos un consejo, me dijo que le haga esa misma pregunta a La Muerte “Ella es la encargada de dar fin a tus aventuras, quizás sepa por qué las debes vivir” dijo y se despidió con un caluroso abrazo.
En ese momento pude elegir entre seguir viviendo una vida sin sentido o ir en busca de la Muerte para hacerle la tan intrincada pregunta. Mi análisis fue simple: “Una vida sin sentido es como una rosa blanca, hermosa, pero sin el pigmento que le da color y alegría”. Así es que busqué a la muerte…
En mi desesperada investigación sobre el paradero de ese ser sobrenatural, me topé con la Fantasía, una preciosa diosa de fabulosa belleza. Alucinado le pregunté si sabía dónde encontrar a la Muerte, ella sonrió y me dijo que no la conocía, que en su mundo la Muerte no cabía en ningún sitio, pero intrigada añadió: “¿Para qué buscas a la Muerte? Ella solo puede darte dolor y fin a tus sueños”. A lo que contesté: -Porque es ella quién puede revelarme la razón de mi vida.
“No busques más hombrecito, es cierto que la Muerte sabe el por qué de tu vida, pero es más lindo vivir con sueños y fantasías que con una duda tan fuerte como la que turba tus días”. Entonces decidí escucharla…
En esa carrera por ser feliz terminé por conocer al Diablo que pasaba disfrutando de su labor de tentación en una nube de placer por la que yo rondaba. Me dijo: “¡Juan Pablo, amigo mío! ¿Qué haces tu por aquí? Supe que buscabas a la Muerte, que ella te diría el por qué de tu vida. No busques más, olvídate de esa duda y vive en lo que verdaderamente vale la pena: la diversión”. Le dije que no podía, que debía encontrar respuesta a mi pregunta. Su rostro evidenció decepción y sus ojos expresaron la desazón de aquellos que siempre pierden, entonces, para animarlo, le aseguré que intentaría divertirme mientras lo hacía. Finalmente, mostrando su sonrisa de azufre, se marchó convencido que había hecho lo que tenía que hacer.
Los años pasaron sumidos entre sueños y fantasías, con solo una candente preocupación en mente que de a poco se convertía en lumbres. Hasta que un buen día me encontré con Dios que paseaba con sus ángeles por mis ilusiones. Extraño fue el hecho que se acercó Él a mi y no yo a Él, sus sabias palabras fueron: “Tu buscabas algo que no has podido encontrar, ahora te rindes bajo un manto de falsa seguridad de la que te costará salir”. Alegué que todo el mundo vivía sin saber por qué, y que el hecho de que me haya encontrado con mi Destino no hacían las cosas diferentes para mí (sabía que lo que decía no era verdad, que estaba engañando a Dios en su propia cara. Luego me hizo dar cuenta de que el único al que engañaba era a mi mismo). “No seas tonto, -dijo- tu eres distinto, eres merecedor de algo que, si lo buscas, se te entregará, entonces la felicidad no se te será negada y ya no pensarás en encontrar a la Muerte” dicho lo anterior me dio un dulce beso en mi frente y se marchó escoltado por sus seres alados.
Luego de ese encuentro tan maravilloso me dispuse a buscar la respuesta a mi pregunta, aquella que solo la Muerte podía contestar, entonces la duda se convirtió nuevamente de lumbre a ardiente hoguera…
Después de haber conocido mi Destino, mi Fantasía, al Diablo y hasta el mismísimo Dios no pensé que hubiera otro ser supremo más que la Muerte misma por conocer.
Sin embargo, la vida me llevó a saber de buena tinta que existía alguien más. Lucila Rubio era su nombre, una persona tan mundana como yo, con miedos, sueños, belleza y un montón de atributos únicos de su ser que la hacían presa de mis ambiciones.
Nos conocimos mejor y empecé a amarla. Ella me entregó todo, su amor, su vida y hasta su cuerpo y virginidad. Me enseñó a ser feliz con dudas para dejar contento al Destino, a disfrutar de mis quimeras para alegrar a la Fantasía, a divertirme y así arrancarle una sonrisa al Diablo, me enseñó también a apreciarla para hacerle saber a Dios que la había encontrado y lo más importante de todo, me instruyó en el arte de la vida, en cómo ponerle pigmento rosa a la flor blanca para convencer al tonto que escribe.
Me olvidé de la Muerte y pensé solo en ella…

Hoy encontré la Muerte, no recuerdo qué pasó con Lucila ni con mi vida (aunque eso realmente no importe), pero mi alma está llena de júbilo, porque finalmente le hice la pregunta a mi nueva amiga y ésta contestó orgullosa: “La razón de tu vida fue encontrar el amor en Lucila”.


¿Qué loco no?, VIDA rima con LUCILA.

Texto agregado el 17-02-2004, y leído por 223 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
24-10-2005 Un texto que leí con mucho agrado; tal vez porque es un cuento que atrapa de principio a fin. ***** fabiangs
26-05-2004 Está muy bueno, la narración y los encuentros con las deidades son realmente muy originales. El fin de las reflexiones existenciales y la entrega al amor quizá no sea lo apasionado que debería pero de todas formas me gustó mucho CHEwy
 
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