En Sudamérica, mientras en tierras capitalistas se discute sobre el problema derivado del excesivo consumo de grasas saturadas, en los instantes que se emplea en terminar de leer el presente párrafo, sucumben a la desnutrición y la ignorancia uno o dos niños como mínimo. Esos casos no son noticia, por ende no se publicitan.
En Sudamérica, en nombre del socialismo y la equidad social, o en el del capital y libre empresa, se han cometido atrocidades que tampoco se divulgan; traen consecuencias serias a quienes las hacen públicas.
En Sudamérica, existen ritos y cosmovisiones precolombinas astutamente enmascarados en la bruma idólatra, de una iglesia hegemónica de dioses de palo, cerámica, pinturas y ayates.
Las condiciones, intenciones y víctimas de la sobrevivencia de la teología pre colombina no son noticia, por el sencillo hecho de que no se quieren ver e invocan terrores ancestrales y de extremo pavor, inseparable del inconsciente colectivo.
En cuanta pirámide o estructura elevada construida por Mayas, Moches, Chibchas, Incas se descubra, se derramó sangre con intenciones sacrificales y nutricias. Quien crea que la llegada de los europeos a América terminó con la barbarie caníbal tan extendida por el continente americano, se equivoca: la práctica ritual del sacrificio humano y su posterior ingesta, existe aún en Bolivia, Perú, el norte de Chile y Ecuador. En los Andes se mantiene el rito y el sacrificio humano como fundamento de súplica a la teogonía precolombina.
Tan es así, que cuarenta y siete noches atrás, anhelando el cargo de Viceministro de Gastos Públicos, llevado por viejas creencias inconscientes de mi alma mestiza, gasté más de dos mil dólares de mis personalísimos fondos propios, para financiar una "mesa" para el Quchu. El trato era que le ofrecía su mesa negra (lo que significa comer para y con él) a cambio de mi nombramiento, que ese momento realmente parecía algo en extremo difícil, dadas las intenciones de muchos capos del partido.
Han pasado las cosas mas alucinantes que jamás pensé atravesar: fue la semana mas extraña de mi vida, participé de un infanticidio, tuve que mascar y deglutir varios bocados de carne humana, me obligaron a beber alcohol puro y perder la conciencia por varias horas de las que ignoro todo, me vi forzado a montar una serie de mentiras para mis familiares, y fui sorprendido tres días después de la "mesa", con la designación viceministerial convenida.
Hoy en día hago lo posible por sacar el mayor provecho de este importante puesto ministerial, trato de olvidar al sacrificio; mas lo peor de todo es que misteriosamente estoy perdiendo rápidamente peso, por que cada vez que me siento a comer, me vuelven el olor y el sabor del sacrificio al Quchu y siento horrendos e inconfesables antojos que anulan mi apetito.
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Oscar Achá
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