¿Qué espejo se rompió en mil pedazos?



¿Qué salero se derramó bajo la mesa?



¿Qué paraguas se abrió bajo el techo de mi habitación?



¿Qué gato negro se cruzó en mi camino?



¿Empezó todo un mates trece?



¿Qué tijeras cayeron al suelo, quedando abiertas y apuntando hacía mí?



¿Qué bruja o hechicera me echó el mal de ojo?








Querer salir.


Desearlo.


Tener ganas.


Fuerza, mucha fuerza. Y coraje. Como el que yo tenía. Como el que sigo conservando.


Ya me había arrebatado demasiados buenos momentos, tantas personas y demasiada vida. Ahora debía recuperarla.


Paso a paso luchaba por volver a recomponer las piezas del puzzle de la vida de Lorena, la auténtica. Esa que solo podían recordar su familia, su mejor amiga Ana, la que siempre estuvo ahí, y María, esa niña que quedó atrás, que tanto la había conocido en su infancia y adolescencia.


El espejo se convirtió en sus ojos que volvían a brillar con una fuerza inusitada, en los de su gente, en los espejos verdaderos, que le recordaban lo bonita que llegaba a ser.


Y las lágrimas en sonrisas como las que solo Lorena era capaz de crear. Como las que solo ella era idónea para enseñar a instaurar en los demás.


Un maleficio de bruja malvada, son siete años ya.


Y los maleficios se deshacen cuando se pronuncia la palabra adecuada. En este caso bastaba con decir, alto y claro:



... A Y U D A ...




















A mi madre, por estar siempre a mi lado.


A Cris, Tq Pequeña, por ser mucho más que mi hermanita, porque no sé que haría sin ti.


A mi familia, por estar ahí.


A Ana, Ana Belén e Irene, por ser mis niñas y escucharme cuando nadie más podía hacerlo.


A Juan y a Chus, por alentarme a vivir.


A Aitor, porque presenciaste sin saberlo mi recuperación y sonreíste a mi lado.


A mi niño, te quiero.


A mis nenas de UTA, por estar ahí.


A todos los profesionales que me ayudaron y ayudan a acabar con esto, especialmente a Silvia, mi pequeña ninfa.





A todos los que estuvieron y estarán:


G R A C I A S