-Reconocernos era la sentencia-

Los muros no sirven
para encerrar las almas,
el corazón
palidamente evoca
memorias de otros tiempos,
que quedaron guardadas
bajo la fragil apariencia
de una mirada.
Debajo de la piel,
estériles vocablos
son acordes desafinados,
que tejen en mis noches
tu nombre,
anclado en la incertidumbre
de nuestros naufragios.

-¿Y que hacemos ahora?-

Que la carne
se despierta en las noches
ansiando la cercanía
de una imagen.
Que hacemos,
cuando las mañanas
nos encuentre esperando
un milagro de espejos
que nos refleje juntos.
En este mundo
envuelto en vanidades,
sepultado por millones de números
que no llevan a ningún lugar.


-Sabremos entonces
que reconocernos era la sentencia-