Tengo en el alma un dolor. No puedo describirla pero duele como el fuego. Tengo tantos recuerdos, problemas que muchas veces siento que la vida no tiene un sentido sino varios. Trato de volar, alejarme de mis pensamientos, pero noto que mis alas están rotas, cortadas, o mi cuerpo es tan grueso como los gallos, como los avestruces. Tengo tanta pena que es mejor ponerme a llorar, pero, soy un ser humano, lleno de defectos y sé que nada de lo que haga ni diga tiene un sentido. Por ello siento que debo entregarme a la vida, ser feliz sin mirar al costado. Veo que el cielo empieza a clarear, que todos los durmientes empiezan a salir de sus sueños, mientras este dolor me quema la garganta y siento que la vida es una herida que no termina de cerrarse.
Ya han pasado lustros y todo sigue igual. La gente empieza a salir de sus sueños y me doy cuenta que mas bello son los sueños que la realidad. Veo que miles de niños cortan sus vidas en este mundo. Sus cuerpecillos empiezan a podrirse sobre las calles que camino. Tengo más de quinientos años y soy casi inmortal pero tantas ganas de dormir tengo que desearía morirme en este instante.
He visto a un hombre junto a una mujer, ambos llevan un arma en la mano. Los veo caminar hasta llegar a la salida de la ciudad, les he seguido. He caminado a escondidas y cuando han llegado a un abismo, ambos se han disparado, dejando una nota en sus manos. Me acerqué y leí lo que decían las notas: ¡Estoy muerto! Ambas decían lo mismo. Cogí los cuerpos. Los arrastré hasta tirarlos al abismo. Cogí el arma en la mano, aún echaba humo, y estaba caliente. Me la puse en la cabeza y disparé. Una bala atravesó mi cabeza y mis oídos quedaron escuchando un silbido. Mucha sangre brotaba por mi frente y vi que una de mis cabezas se doblaba, cayendo como los gallos cuando estiran la pata. Me arranqué una de mis cabezas y la tiré al abismo. Me di media vuelta y caminé por una ciudad desolada, llena de muertos y con un Sol que me miraba con gran tristeza.
Volví al centro de la ciudad y no encontré ni un solo hueso, ni una sola imagen. Todo estaba desolado así como el cementerio. Entré a una vieja casa y vi una cama dentro de la casa. Me eché y me puse a descansar, pero, no lo conseguí, estaba agotado pero no dejaba de soñar...
San isidro, febrero de 2007
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