Despecho, tal vez luto o desgano. No he encontrado el motivo por el cual las historias ya no fluyen. Ya no hay cielos púrpuras, ni caballeros quijotescos, ni muertes vagabundas, ni almas expectantes.
He sido abandonada por la ansiedad que me inundaba justo antes de que la inquieta inspiración pusiera mis manos sobre el teclado, raudos y torpes dedos que por más que se apresuraban no podían acompañar al pensamiento que se fugaba.
Tampoco me acompaña, la añeja libreta que solía permanecer en un bolsillo atenta a una frase, aroma o brisa que trajera oleadas a mi imaginación.
He sido abandonada, tal vez dejada u olvidada. ¿O es que acaso he sido yo?
Las maravillas de la vida y los ángeles de la creación que durante catorce largos años me deslumbraron, sacando de mi mente las más fantásticas y trágicas historias dictadas por una conciencia que tal vez no era mía, se han ido para siempre. O es que yo ya no soy capaz de emocionarme y sorprenderme con lo que antes hacía palpitar mi corazón?
He cambiado mucho, eso lo se muy bien. Pero nunca hubiera alejado a las criaturas de la inspiración, ni en mis más alocados sueños ¿Sueños? ¡Cuánto tiempo hace que no tengo un verdadero sueño!
Una vida sin sueños se torna gris y monótona, triste y lejana se muere de a poco. Sin colores sin esperanzas sin fantasías... una muerte en vida.

Y ahora en un intento desesperado de recuperar mi tesoro, mientras pienso demasiado cada letra que escribo, voy dándome cuenta lentamente, que soy yo quien mató a la musa.
Hace cuatro años que no escribo, y este tragicómico intento de recuperar lo perdido me hizo derramar una lágrima por todos esos hijos de papel que quedaron en mi olvido. He perdido la capacidad de maravillarme, he perdido la capacidad de emocionarme, he perdido la capacidad de crear. He muerto en vida muy probablemente y eso lo se, desde aquel maldito y fatídico día en que el más fantástico de los seres clavó puñales en mi alma y destrozó en sus propias manos mi corazón, y con él mi razón de existir.

Pero lejos de llorar y en la más desesperada de las pretensiones, levanto la vista al cielo y clamo por única vez y en silencio, por recuperar lo que fue mío, porque me he jurado que ese mismo dolor y sufrimiento tan intenso que me causó la muerte más horrenda, hoy será fuente de vida amarga para mis sueños, para mis ángeles y para mis criaturas. Hoy 12 de Febrero, esta humilde servidora de las letras, retoma lápiz y papel con desmaña y dificultad, haciendo su mejor intento por renacer a la musa que mató por no ser lo suficientemente fuerte para tolerar el dolor.