Vaivén de dispares emociones que deambulan por mi tono de voz. Noto lo vibratorio de un timbre jubiloso, después en la rapidez numérica de un trozo de tiempo, se pacta la existencia imprevista de una sombra atmosférica que da como resultado la campanada que anuncia que son las 6 de la tarde.
Todo se sucede como en una alucinación, y la magia de la llamada noche plutónica se expande inmisericorde en lo incondensable de un poco de nitrógeno, luego, como en medio de un viaje que realiza el núcleo de ese vanal átomo; viene incontenible la caida de esa lágrima mítica que una vez más no tiene origen ni descenlace.
Quizá es entonces cuando sea tiempo de ubicar al otoño, en medio de una noche de diciembre para no contrarrestar más, la liberación elemental de la utopía de los sueños de aquel duende que busca al fin. su propia creación en ese nítido bosque en el que... precisamente... la luna pasada...perdí la prueba firme de lo incongruente de la realidad.