Hoy escribo al azar para que me oiga el mundo.
Porque quiero decir mil palabras de agua.
Porque quiero que lleguen a tus orillas.
Y que las sientas, sin que te hagan daño.

Se escribe al azar cuando es necesario.
Y al querer decir tanto no se dice nada.
Escribimos al azar como cuando cantamos,
y repetimos un estribillo mal aprendido.

Mientras que el mundo continue siendo
un refugio seguro para los corazones...
Mientras existan cuadernos y lápices
y un par de manos que se muevan...

Mientras que esto suceda
seguiremos escribiendo al azar
por amores, por penas,
por dulzura, por ganas...

Las palabras surgen una tras de otra
como sueños, como besos...
como las olas en el mar...
como estornudos, como recuerdos.

La gente escribe al azar
porque la vida no es segura
pero tampoco insegura...
sólo es y nada más...

Pero las palabras quedan, se aplacan
se aquietan y quedan.
Se marcan como huellas, de manos
sentenciadas a la locura eterna.

Y la gente se calma.
Una vez que la tormenta se va,
sólo queda un manto inconcluso
de palabras que vienen y que van.

Hoy escribo al azar para ser gente.
Para dejar una huella con una palabra.
Para ser eterna pese a mi mortalidad.
Para atar a esta loca locura que tengo.

No digo pero digo.
No muestro y demuestro.
No canto y repito un estribillo
muy mal aprendido.

Un sueño que despierta.
Una palabra que vuela
y se cuelga del viento,
o de algún recuerdo.

Frases que nacen en nidos
y que luego tienen alas...
Estrofas como pajaros perdidos
en el centro de una jaula...

Así se llama el azar
aquello que no se sabe...
aquello que no se tiene...
aquello que no es seguro...
aquello que hace vivir
a nuestra imaginación.