La noticia nos tomó a todos por sorpresa, en quince días, llegaría al pueblo el famoso director de cine Clint Eastwood, quien llevaba varios Oscars en su carrera y ahora esperaba recibir nuevamente el premio. No estaba muy claro a qué venía a un lugar tan alejado, por lo que pensamos que estaría buscando el escenario para su próxima película.
Era la primera vez que una persona famosa nos visitaba, así que el intendente ordenó a la directora de cultura que pusiera en marcha el operativo “Welcome”.

En pocos días se movilizó todo el pueblo. Los actos de recepción incluirían a la banda municipal y un desfile de los alumnos de la escuela secundaria. Además, los correspondientes discursos y presentaciones oficiales. Como cierre, la representación de una obra teatral, en 3 actos, de autoría del intendente. El elenco, los estudiantes de la academia de teatro y danza del municipio.

A medida que llegaba la fecha, era difícil hablar de otro tema que no fuera la visita del famoso director, quien por esos días, era mencionado a menudo en el diario de la capital.
Sin embargo, si bien todos en la intendencia tenían perfectamente claro su rol en el operativo “Welcome”, nadie era capaz de explicar cómo se había logrado este contacto, quién lo había invitado u otros detalles por el estilo que, a esa altura, ya carecían completamente de importancia. Además, quien preguntara demasiado dejaría en evidencia que estaba fuera del “círculo de confianza”, lo que equivalía a la muerte social en el pueblo.

La esposa del intendente competía con la directora de cultura en quién usaría el vestido más elegante, para regocijo de la modista. Cada vez que concluía un modelo para una, recibía un encargo de la otra para que lo superara.
Así fueron pasando los días, entre ensayos y organizaciones, hasta que llegó la fecha esperada.

Esa mañana se suspendieron las clases. De todos modos hubiera sido imposible mantener a los niños en las aulas. Todos fueron con sus maestras a la plaza del pueblo, frente a la estación del ferrocarril. Allí se habían armado butacas improvisadas, con sillas prestadas por el restaurante y por algunos vecinos. Al frente, el palco oficial, y a la derecha la banda municipal. Los músicos estaban listos, con los uniformes impecables y los instrumentos relucientes. En el palco, el intendente, con su mejor traje, ensayaba una y otra vez su discurso, en el que citaba, como al pasar, párrafos de su autobiografía aún inédita.

Finalmente, cuando el alboroto ya era incontenible, se escuchó a lo lejos el silbato del tren que traería al ilustre visitante. El tren llegó a la estación como tantas veces, cubierto por el polvo de los kilómetros recorridos. Bajaron unos pocos pasajeros, gente de pueblos vecinos, y en pocos minutos la máquina volvió a ponerse en marcha. No había ni rastros del gringo.
El intendente miraba al secretario y éste revisaba su agenda, como si pudiera encontrar allí la respuesta. Nadie se movía en la plaza. Todos estaban allí, expectantes, como posando para una foto, o para la escena de la supuesta película.

Después de cinco minutos en esa situación, alcé la voz preguntando : ¿ pero de dónde sacaron que venía el gringo al pueblo ?.

Silencio. Por fin, una mano se alzó tímidamente detrás de las autoridades, en el palco oficial. Era doña Manuela, la portera de la intendencia, que llevaba más de treinta años en el puesto. Lentamente, se abrió paso entre los trajes y vestidos elegantes, y acercándose al micrófono dijo :

- es que yo lo leí. Aquí, en el diario, - y sacando un recorte arrugado del bolsillo de su delantal, leyó solemnemente: “Llega a Los Angeles (*) el famoso director, Clint Eastwood, para recibir el premio por su última película.”


Nota: (*) En Chile, existe una localidad del interior que lleva este nombre. Homónimo de Los Angeles, California.