¿Hace cuánto que partimos? Hace mucho, ¿no? Este viaje ha sido largo. ¿Cuántas veces nos hemos montado en el mismo tren, y ni siquiera nos hemos encontrado? Y si nos encontrásemos, ¿me reconocerías? ¿Te reconocería yo? ¿Todavía guardás el cofre que te regalé para que guardaras aquel cachito de luna que robé para vos? Yo todavía guardo el que vos me diste, en el que guardé tus latidos. Todavía son tan fuertes que el cofre a veces se abre y deja salir unos cuantos, y en ellos escucho la vos de tu corazón. ¿Te acordás aquella noche que corrimos desnudos por el cielo saltando de estrella en estrella? ¿Y que con tanto salto me caí y me di un piquete con una flecha que cupido había dejado tirada? Y aún me duele la cicatriz. ¡Wow! Cuántas aventuras tuvimos en los mares de colores... la que más me gusto fue aquella en el mar de los violetas contra aquel calamar invisible, al que le cortamos un tentáculo para hacernos unas sandalias, con las que podíamos caminar sobre el agua y el fuego. Y mirá que nunca volvimos ha hablar en nuestros sueños. Bueno, es entendible, los sueños están muy caros. No cualquiera puede tener uno. ¿Sabés? Hace poco me compré una cámara para tomarle fotos al futuro, porque a las del pasado y del presente se les acabó el rollo. Me sorprendió mucho que salieras en todas las fotos con el sombrero de paja adornado con margaritas. Yo pensé que se había perdido cuando nos caímos del unicornio de cristal en el bosque de los deseos no cumplidos. En fin. Yo seguiré recordando nuestras travesías mientras camino por el mundo. Y no se te olvide cuando pasés por París, y estés en un café, mirar las mesas vacías. Si encontrás un pañuelo blanco y un girasol en forma de versos, sabrás que estuve allí recordándote y contando nuestras historias a los enamorados parisinos.