Un aroma a madreselvas decora
El marfilado perfil de tu piel,
Gotas de un pedazo de cielo en tu cara
Son los espejos en los cuales me diviso;
Sutil oleada de terciopelo negro
El largo de tus cabellos que mis dedos acarician

Algún delicado cincel
Talló perfecta tu cintura,
Y el contorno que va hasta tus hombros,
Algún ángel prestó el suspiro de sus risas
Para dar color al timbre de tu voz
Que juega y deleita mis oídos

Tan suaves y dulces labios que al sonreír
Dejan débil e indefensa
Mi furtiva alma fugitiva;
Y el deseo de libertad cede
Al anhelo inalienable de estar atado
A tí amada, mi amada

Cielos de un paraíso lejano
Corren tras el tren de las cinco
Que dejaste partir
Cuando las flechas de tu arco
Laceraron mi portal acromático
Con las ahora luces lejanas de tu pasar

Mi ventana y puertas siguen abiertas,
Impotencia de volver el capricho de Cronos,
Transmutar las fragancias en tangibles.
Taciturnas noches, largas de soledad,
Holgadas de golpes a la pared
Buscando cavar en las entrañas mismas del ayer

Más se aleja la brecha que separa
La geografía de tu ser de mi lado
Y más duele el hilo invisible que nos une;
Ahogadas esferas planetarias,
Expectantes de un expirar tuyo, o mío,
Mas la lid se truncó en empate y somos perdedores