Un calambre en los pómulos engorda el pulmón de tu sedienta boca, hormigueos en las plantas, entre cerrar las persianas de la vista y persiguiendo caballos alados invisibles; armando un círculo al cielo con los dedos, castillo de bóveda futura donde elfos esperan con jarrones enhiestos y doncellas, donceles, con vino de fresas.
Una ruta de espejos hacia el olor de la victoria, sin más espera que la acción sobre los hechos y las cosas, cayendo los cristales celestes sobre el rostro feliz de un simple niño, con cuerpo maduro; y las perlas y joyas de las glicinas perfumando y coronando la frente.
Siempre un futuro, simple derrotero del ciego motivador de las ánimas, druida de experiencias dragadas en los mares tormentosos de frazadas lozanas; cuando el verdor se canse ya verán sus días colmadas las vitrinas de trofeos invisibles con el peso de la brisa sobre la faz de los ojos entrecerrados, y siempre con la sonrisa a flor de piel; sí, sí vale vivir.