A LA YEYA IGNACIA
Dos “medias lenguas”,
inquietas, que hablan muchas,
y a esperanzas nos invitan,
en español, en inglés, en hebreo...
¡Ya pohhh!
Soltando algún chilenismo
por un juguete se enfadan
y ríen con ilusión,
al escuchar a la abuela,
contarles bajito un cuento,
de príncipes y princesas
que viven bajo un almendro.
Encantado por un duende,
tan travieso como ellos...
Escuchan los dos atentos
el discurrir de la historia
y pregunta el más travieso:
- ¿Yeya, es verdad que ese duende
tiene mi misma nariz?
- Si, chiquitín, la misma nariz
que tú tiene el duende
Y conoce de memoria el
aroma de las flores,
sshssss...
- ¿De memoria, Yeya?
Interviene el más sensato:
¿Yeya, estás tú segura que tiene la
misma nariz que mi hermano?
¿Lo has visto tú, Yeya?
- ¡Pues claro que lo he visto!
Cada vez que en el jardín
aparecen las abejas,
esas que liban las flores,
y pican si las molestas.
¿Os acordáis?
- ¡Síiii, Yeya!
(dicen los dos al unísono)
Y la Yeya les responde:
- Ese duende es tan goloso,
y glotón de caramelos,
como tu pícaro hermano,
y a las abejas enseña
en el jardín de la Yeya,
cuales de todas las flores,
son las más dulces,
las más sabrosas.
Y los dos gritan a un tiempo:
- ¿Yeyita , me enseñarás
mañana a ese duende?
- ¡Síiiii,! Pero si sois buenos.
Y os dormís sin hacer ruído.
Para que los Papis no sepan
que guardamos un misterio:
Que en el jardín de la abuela
hay un duende escondido,
dormido bajo el almendro,
que es un profesor de abejas,
y de memoria conoce,
el secreto de las flores
Nota: El carácter irreversible de todo proceso de transculturación es su carácter más preciado. Somos el producto de un proceso de transculturación. Y la lengua es una buena prueba de ello. Cuando una pareja engrendra un hijo toma rasgos físicos y psíquicos, pero nunca es una copia de papel carbón, y tiene personalidad independiente y propia. Es importante insistir sobre la irreversibilidad del proceso de transculturación para aprender a convivir y a dialogar en el mundo.
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