Abrí la puerta de madera por la que se oía bulla. Entré despacio y me encontré en la mitad de un gran salón con muchas puertas y dos anchas escaleras. El techo se veía muy alto, en forma de cúpula y sus vidrios catedrales dejaban pasar la luz distorsionada de amarillos. Las paredes del lugar también aportaban su grado de luz dorada. Las escaleras estaban frente a mi como dos brazos gigantes y acogedores. Primera vez que entraba a un lugar como este.
Había gente en los pasillos superiores que entraba y salía por las innumerables puertas, todas de madera.
Mi curiosidad me tentaba. Tenía miedo, pero nadie parecía notar mi presencia. Entonces me armé de valor y caminé pegada a una de las altas paredes. Mi objetivo era subir por una de las grandes escaleras. Sin embargo, cada vez que pasaba por una puerta la tentación de abrirla era muy fuerte y tenía que hacer un gran esfuerzo para resistirla. Los pies se me pegaban al piso y casi no podía concentrarme en moverlos. Pasé a duras penas delante de tres puertas, pero en la cuarta una fuerza irresistible me obligó a abrirla.
Entré despacio, era una sala de luz mortecina con muchas puertas de madera y una escalera que conducía a un segundo piso de anchos pasillos y varias puertas de madera iguales a la que acababa de atravesar. También se escuchaba bulla, risas, pero aquí no se veía a nadie. Caminé hacia la primera puerta de la derecha con intención de abrirla, mas no lo hice. Algo atrás me hizo fijar la vista en otra puerta. A simple observación era igual a las demás, pero en el picaporte tenía un pequeño dibujo tallado. Me acerqué rápidamente y la abrí. El cuarto estaba inundado de una luz plateada, era una luz artificial por la intensidad que recordaba a una luna llena. Costaba trabajo ver. Casi no se oía ruido y mi corazón me decía que siguiera adelante. Entonces pestañeé seguido hasta que mis ojos se acostumbraron a la luz y vi tres grandes puertas finamente talladas en madera de alerce, muy hermosas. Eran altas y sus picaportes presentaban los mismos dibujos.
Cuál tomaré. Pensé. Miré atrás, pero la puerta por la que entré estaba cerrada. Observé las tres grandes puertas otra vez. No quería elegir. Me senté en el suelo tratando de pensar. Recordé todas las puertas que había abierto, las habitaciones, la gente, las tentaciones y entonces lo supe. Me levanté y caminé directo a la puerta del centro, alcancé el picaporte y lo accioné. La luz de la mañana y el aroma del rocío me cubrieron por completo.
Patra
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