La muerte se acerca por la espalda y te reconoce.
Él adivina su presente,
Punto y aparte.
Y la acompaña,
A ella.
La de la guadaña.
La cegadora de futuro.

Prepara el escenario,
El día,
La hora,
El minuto,
El segundo

Y a veces hace favores.

Da tiempo a terminar la última cerveza.

En este caso, acompañó al ya condenado hacía el centro de la plaza del pueblo y allí la victima se desabrochó dos botones de la camisa y se aflojó la corbata.

Un sudor frío le recorrió la frente.
La mano izquierda no la sentía,
El corazón perdió sus ruedas dentadas.

Las agujas de los relojes
Que habían marcado toda su existencia
Se detuvieron,

La manilla de la hora
Se congeló,
La de los minutos
Guardó la distancia
Y la de los segundos
Vibró
Y comenzó a atrasar.

No había relojero en el mundo capaz de ajustar ese tiempo.

Siete de la mañana,
Don Fabián
Yacía frío y encogido
Victima de un ataque
Al corazón.