"Duró seis años muriendo lentamente sin saber que era lo que realmente le sucedía..."
No hay un lugar más incómodo, exceptuando tal vez un baño de mujeres, que un velorio en el que todas las personas vestidas dignamente de negro se dedican a comer, beber pero sobre todo a narrar su propia versión de la vida y muerte del difunto y de cualquier otra persona que esté en la mira, mientras sonríen morbosamente. En vez de morbo deberían al menos reconocer la ironía o lo absurdo de lo ocurrido y tal vez por simple consideración con los verdaderamente afectados mostrar incredulidad y tristeza... en fin, creo que en el fondo solo me molesta la gente y mucho más cuando están aglomeradas en un espacio mínimo, susurrando, comiendo, criticando, bebiendo, desbordando humanidad.
"... tan liviano que..."
Es cierto, solo necesitaron dos personas para cargar el ataúd y recuerdo que la última vez que vi a Raúl estaba realmente obeso. Siempre admitió poseer una gran fascinación por la "buena comida", como el decía y es por eso que mi mente se rehúsa a admitir que ese esqueleto sean los restos de mi amigo. Hace seis años vi como luchaba valientemente contra un cáncer de próstata, vomitando constantemente debido a la quimioterapia, como su pelo, ya para entonces poco abundante, se caía al menor roce. Pasaron muchos días en los que decía sentirse incapaz de levantarse de su cama o de probar bocado. Sin embargo también vi como salía victorioso de una muerte a pequeña escala ¿Victorioso? No, realmente no fue victorioso porque debido a las terapias y a las operaciones perdió a su mujer y ganó, en cambio, muchas deudas.
Hace tres semanas, al regresar de mis estudios de postgrado comencé una estúpida búsqueda de mis anteriores amigos, si lo admito entré en una de esas temidas etapas en las que se ve el pasado con una bruma rosa y deseable. Al encontrar a algunos el velo se fue quebrando pero conservaba la ilusión de hablar con Raúl "El Barril" González. Lo curioso es que nadie parecía saber de él ¿Cómo un hombre de metro ochenta y cien kilos de peso, rapado y de ojos pequeños y hundidos iba a desaparecer? Me decían que después del divorcio se había puesto demasiado emocional y, por lo tanto, insoportable. Uno de ellos me dio el número de Ana, la exmujer de Raúl y me dijo que tal vez ella si supiera algo. A pesar de sentir que estaba cruzando el límite de mi obsesiva búsqueda la llamé; al parecer "El Barril" sólo había mantenido contacto con Ana (a pesar de los deseos de ella) y ahora estaban en el hospital.
Recuerdo los ojos de culpabilidad de Ana. No era capaz de mirarme fijamente solo sollozaba mientras gesticulaba frases ininteligibles. Lo único que comprendí fue :"No es mi culpa..., no...., no lo sabía...".
Acostado en un el centro de una pequeña habitación blanca sobre una cama blanca estaba un esqueleto con algo de piel adherida que parecía respirar con dificultad. Al escuchar que alguien entraba abrió sus pequeños ojos y sonrió o al menos me pareció que lo hacía.
Aunque estaba tratando de ocultar mi expresión de sorpresa-asco, se que él notó lo que estaba sintiendo pero se limitó a hablarme con gran entusiasmo: "Viejo, no se imagina lo cómico que me acaba de suceder: casi me muero de hambre."
-"Se puede imaginar como me sentía de no poder tragarme lo que me diera la gana"-
-"¿Y por qué no fue a un médico"-
-"Viejo, usted vió lo que esa porquería de tratamiento me hizo. ¿De veras cree que me iba a someter a la misma mierda por segunda vez? No, viejo. Mejor me moría en mi casa que vomitando en un hospital"-
-"Hermano, y ¿Por qué no le dijo a nadie que estaba mal"-
-"¡Que! Si todos son una partida de hijueputas que nunca están p´a uno, hermano. No se imagina la mierda que es estarse muriendo solo lentamente... pero eso ya quedó atrás ahora, gracias a Anita voy a poder comer nuevamente..."-
El resto de la conversación consistió en Raúl describiendo minuciosamente cada uno de los platos que se iba a comer una vez saliera del hospital.
Como la conversación me dejó aliviado y muy hambriento decidí ir al restaurante que más frecuentábamos en la universidad y fue ahí cuando me di cuenta que no sabía que era lo que le había pasado a "El Barril". Llamé a Ana y nuevamente escuché solo sollozos y llanto y lamentos y :"... está... muerto... yo ..."
Raúl había confundido una obstrucción en la válvula que conecta el esófago con el estómago con una cáncer. Había pasado medio año de un insoportable sufrimiento innecesario que hubiera podido ser corregido con un procedimiento sencillo y rápido. Ana me contó que había decidido llamarle porque él nunca había pasado tanto tiempo sin buscarla y fue ella la que lo llevó al hospital y quien obligó a los doctores a que lo operaran a pesar de que éstos lo declaraban como paciente terminal.
"...si, parece que le dio tan duro el divorcio que el se enloqueció. Se obsesionó tanto que llegó a la conclusión de que Ana no lo quería porque él era obeso y pues ya saben, se murió como las famosas, de anorexia...".
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