Dicen que la inspiración es un suspiro que alimenta el alma, pero que quema el cerebro.
El cobijo del mediocre soñador. Incapaz de centrarse en este mundo realista, quien se suspende en su propia inmundicia, en sus "sueños" que no son mas que bazofias de la vida.
Conocí a un poeta, que recitaba tales blasfemias a tal grado de revolcar mi estomago, esa asquerosa miel expulsada de sus labios convertida en palabras suaves, y falsas, casi con la misma falsedad de su persona.
Su melancolía, su amor al viento y su relación con la luna frustraban mi existencia a tal grado que odie a la misma madre naturaleza convertida en poema.
Atestado siempre de su abrumadora compañía, compartiendo el mismo espacio y separados por una ideología pero a fin de cuentas unidos por un mismo fin... graduarnos.
Despertar de mis sueños de graduarme y lograr investigaciones con resultados certeros estableciendo leyes.
Ser idolatrado por la comunidad medica. Un espacio dedicado solo para mi y mis logros a través de la historia. Mi imagen reposando en los majestuosos pliegues de las enciclopedias más consultadas, inmortalizado por quizá por curar alguna enfermedad, por el antídoto de la muerte misma incluso, todo era posible para mí, siendo quien soy, viniendo de la familia tan agraciada de la que vengo.
Grandes y reconocidos ingenieros, los mejores abogados, los filántropos más generosos y envidiados.
Yo seria el Medico mas afamado. Miles de vidas dependerían de mis manos y mis conocimientos, la agenda se mantendría totalmente saturada, operaciones de gran importancia, conferencias, y exposiciones hasta ruedas de prensa.
Mi Consultorio ya lo imagino, de color azul, sí, un azul tirándole a gris, una cenefa delgada de madera con una división blanca y en lo alto, justo frente a la puerta, un marco de cedro tallado custodiando mi titulo de médico, a su lado uno de la especialidad “Neurocirujano”
Desde pequeño siempre me había interesado la medicina, quizás no tanto a
Mis diez años, la edad de la inocencia (al menos yo aun lo era) recuerdo
Aquel deseo por ser payaso, a mis diez años... Bastó una tunda bien merecida por parte de mi padre para abandonar esa absurda "profesión". Aun lo recuerdo como si fuera ayer, típico, era una reunión familiar, una mas en donde cada uno presumía sus logros, platicas aburridas saturadas de diplomacia, miradas perdidas entre copas, el tapiz de la sala y las piernas de Lorena (la hija adoptada de Sebastián; uno de mis tíos más adinerados, quien poco después, nos enteramos que había cambiado el rol de su hija en la familia, ya no era su hija, se había convertido en su amante, sustituyendo a mi tía Leonor, la única tía a la que realmente apreciaba. Pero, eso aun se mantiene en secreto a pesar de saberlo. La vez que lo supe, fue cuando una de esas reuniones, justo en la fuente de mármol que se encontraba en el jardín trasero contemplaba a hurtadillas a mi "prima" reposando en la orilla de la fuente, con su hermoso vestido gris de satín, el escote en su espada blanca, mostrando también la lumbar, su cabello almendrado ondulado acariciando su piel con el movimiento ligero de la brisa de otoño, su brazo firme y en un movimiento suave circular con su mano removía el cristalino líquido que se estancaba por momentos al pie de la fuente.
Recuerdo haber visto como Sebastián (mi tío) se acercó a ella y con un movimiento sutil toco su hombro descubierto bajándolo lentamente hacia su caderas en línea recta hasta
Terminar en un movimiento tosco separando sus piernas y adentrando en su falda con la mano. La escena bizarra me hizo retroceder en un brinco topando con alguien que se encontraba detrás, era mi padre. - Hijo... ¿Que haces espiando a tu tío y a tu prima?- me pregunto con aquella severidad con la que hablaba cuando sabia que había hecho algo malo. No le pude responder, mi sorpresa aun era bastante, mi garganta se cerro, quizás influencio el hecho que desde que tengo uso de razón cuando había sentido un afecto peculiar por mi prima, a pesar de que era 7 años mayor que yo ¿se dan cuenta? yo tenia diez años, ella siete años mayor que yo, y ya se había convertido en la amante de mi tío, un viejo regordete de cuarenta y cinco años. Me pregunto aun si realmente a su edad pudo sentir tanto afecto por ese hombre o la obligó a convertirse en mujer a su temprana edad. ¿Será feliz? ¿Que abra sido de tía Leonor?
Recuerdo que ese día mi padre me enseño algo nuevo, ese día me informo que hace un año ya eran amantes, que tía Leonor ya sabia pero que se mantenía en silencio para no afectar los intereses sociales de la familia; en ese momento recordé la fiesta de los dulces 16 de mi prima. Todos felices y tía Leonor con una cara de tristeza profunda, supongo que tenia poco de enterarse, pues fue hace un año; -Papá, ¿porqué ella no se molestó con mi tío y con mi prima? - Mi padre se inclino y tomo mis manos con fuerza y me dijo -Hijo, eso se llama diplomacia, apréndete bien ese concepto, que será algo que por tu bien social, siempre aplicaras. Ahora vete a la sala de nuevo y escucha platica de grandes, haber si así maduras un poco. Fue la primera vez que le dije una grosería a mi padre en la mente -¡Hijo de puta, que no se da cuenta que solo tengo diez!- pensé mientras caminaba con los pies arrastrando y el corazón destrozado, ah... de mi prima, adiós posible conquista, bienvenido amor platónico, a partir de ese día la empecé a olvidar.
Bien, estaba relatando el origen de mi interés por la medicina y la despedida de aquel sueño de payaso; entre tanto recuerdo, creo que me perdí por un momento; después de la primera vez en que se me quebró el corazón y con el alma vacía, ignoré la orden por mi padre de regresar a la sala y subí a mi habitación. Sentí que paso una eternidad, solo tirado en la cama recordando la sonrisa de Lorena y sus ojos grandes oliva que habían sido un engaño, falsos a su inocencia, de nuevo me preguntaba si era feliz siendo la concubina de ese monstruo. ¿Pero... que iba a saber yo para ese entonces, solo tenia diez años? se supone que mi única preocupación a esa edad era mantener ordenados mis juguetes y sacar uno que otro suspiro a las niñas de mi edad ¡Patrañas! Estaba estresado, a mi edad se había convertido mi vida un infierno, y como lo dije casi al principio... era muy inocente... si tan solo hubiera tenido un poco mas de malicia, las cosas serian diferentes. Pero no, fui muy tonto.
Después de un par de horas de pensar en Lorena, en mi "pasado"; a pesar de mi corta edad; y en mi posible futuro. Bajé las escaleras lentamente esperando ver la casa vacía, pero ¡no! posados justo de la misma manera en la que los había dejado, se encontraba el nido de arpías con la mirada un poco mas apagada que la anterior. Las botellas de licor ya se encontraban vacías, la habitación ya se había inundado de olor a tabaco y del perfume de Maria; la tía de golpe en el pecho; asquerosa combinación de olores. Pero como una flor entre los cerdos, Lorena me miraba con su sonrisa más dulce y picaresca. Ella lo sabia... sabia cuanto la quería, sabía que en mis sueños siempre estaba y que el tratar de olvidarla me seria tan difícil como después recordarla.
Ah Lorena, te despediste de mi como toda una Diosa. Solo a unos metros de distancia de aquella hedionda habitación, nos encontrábamos tú y yo juntos con la insignificante distancia de siete años, solo siete años dividiéndonos, quizás. Mis manos temblorosas queriendo apartar esa cáscara de satín de su jugoso fruto. En aquel entonces no recuerdo como habría expresado mi sentir, dudo mucho haber pensado siquiera, pues lo que recuerdo eran mis manos regordetas y blancas recorriendo su suave y delicada piel, suave y delicada, mejor descripción para una mujer no hay. Fue la primera vez en que sentí mariposas en mi estomago, esas nauseas que se asemejan a una enfermedad estomacal con la diferencia de una emoción sobrenatural. El amor... el maldito amor embellecedor.
Adentrarme en tu desnudez, invadiendo cada trinchera protectora de una inocencia perdida, de una inocencia reprimida de su asqueroso y repulsivo verdugo. Tocar las paredes del altar de tus feminidades bañadas en gloria, sentir la carnosidad de tus labios presionando mi flaqueza… Lorena, Lorena, aquella noche sumergidos en nuestra hoguera a solo unos metros del frío en hielo de semejantes hienas.
Perdí el morbo de niño al ganar esa experiencia. Solo el roce de mi virilidad en tus entrepiernas protegidos con tu vestido de satín y por nuestro silencio a pesar de las consecuencias.
Lorena me regalo una experiencia, pero me dejo la carga de una condena olvidada.
Me alejé de ella bajo su orden susurrante, era indispensable la discreción. Sentía culpa y gozo a la vez que temor y con todo ello, me alejé, solo de nuevo arrastrando los pies, pero esta vez por el cansancio provocado por nuestro encuentro.
Tirado en la cama; lo recuerdo; la sensibilidad continuaba en mi cuerpo y mis ojos abiertos ante el perplejo. En mi corazón había mucha felicidad, tanta que estúpidamente quise compartir. El nerviosismo de un niño, mezclado con la admiración hacia los rostros pintados que proporcionaban alegría momentánea me hizo que de un salto alejara mi cansancio y corriera a la habitación de mi madre por su estuche “embellecedor” y frente al espejo, tracé figuras de colores diversos en mi rostro, cubrí mis orejas con una medias de mi madre y como centella baje las escaleras para hacer mi entrad triunfa. Que estúpido fui, las carcajadas recibidas por mi auditorio se convirtieron en burlas, la única sonrisa amistosa la de mi dulce Lorena. La mirada de mi padre enfurecido me hizo detenerme, y ante un –Discúlpenlo solo en un niño- dicho con tono hipócrita de mi padre. Subí las escaleras con la misma velocidad con la que las había bajado. Me encerré en mi habitación sabiendo que mi padre subiría después de volverse a disculpar con la misma frase y el mismo tono, y así fue. Primero el forcejeo en la chapa, seguido de los golpes de sus puños en la puerta y ante la resignación de su insistencia, accedí a abrirla con temor. Los golpes no se hicieron esperar, sus puños quemando mi piel, sofocado y arrinconado en la esquina de mi habitación, sentí la furia pero ahora de sus pies ablandando mi cuerpo con su fuerza. Después de sentir que casi perdía la conciencia, a través de mis ojos nublados por las lágrimas, percibí la silueta de mi padre inclinándose hacia mí. Por reflejos quizá, cubrí mi rostro pero mi padre tomo mis manos ligando mis muñecas con un movimiento abrupto. –Hijo mío, me has avergonzado frente a la familia, espero que esto te sirva de lección y no vuelvas a cometer otra estupidez como la que acabas de hacer. ¿Qué querías lograr? ¿Que se burlaran de mi en venganza por las tundas anteriores? –Dijo mientras me sacudía. –No papá, perdóname, solo quería darles alegría, como los vi bien aburridos y quiero ser payaso…- Una cachetada interrumpió mis disculpas, se levantó y dijo –nunca serás payaso, abandona esa idea de una vez, tu eres mi hijo, no un niño de orfanato, solo imagina mi vergüenza, pensaba decirte esto hasta que cumplieras dieciséis, tú serás Medico, y de los mejores ¿Me escuchas? Fin de la discusión, espero que comprendas que esos golpes fueron por tu bien.
Se alejó de mi pero cuando tomo la chapa para cerrar la puerta de nuevo, mire sus manos manchadas de pintora por los roces en mi piel. –Papá tus manos- Le dije mientras agachaba la mirada. El solo dijo –Bien hijo, estas aprendiendo- y se fue.
Esa fue la primera etapa de mi mida en donde perdí la virginidad y mis anhelos.
Adiós Lorena, adiós anhelos, bienvenida señora diplomacia.
|