El otro dia me paré a pensar, a buscar solución a problemas diametralmente finitos a base de una introspección por inducción personal obvia.
Abandoné en semi-inconsciencia la carcasa limítrofe de mi cuerpo alzando mi mente a planos matematicamente imperfectos y ecuacionalmente irreales donde la incognita no representa mas dato que el buscado, ofuscado entre otros tantos caracteres como la imaginación permita, encriptado a su vez en una simbología ilógica y materialmente indisoluble en la amalgama de mis neuras.
Pensé en el amor, bello sentimiento inspirador de odas desde el comienzo del vocablo instruido por traduccion oral a legado monacal escrito.
Lo vi como una fría lógica cientifica basado en procesos químicos complejos, producidos dentro del cortex humano, limitados por la velocidad de simples impulsos voltaicos conectores de sustancias vulgares en todo cerebro. No como cantidades ingentes capaces de llenar los hectolitros cúbicos de mares, como se ha descrito tanto, como se ha contado tanto, como se ha presumido tanto, como se ha versado tanto en tantos idiomas, de tantas formas, por tantos nombres.
Amor! Una palabra, un sentimiento, tantos tantos impulsos, significados, connotaciones, ideas, actos... tantas falsedades.
Quise pensar en el amor y divagué por planos donde mi masa corporea se dispersó en millones de partículas sin limitación, tanteando cada milimetro cuadrado de cada existencia relativa posible, de cada universo, transitable o no, real o no.
No encontré respuestas para el amor, solo hallé desalientos en la noche mas oscura, acompañado por la soledad, mi pensamiento y su recuerdo.