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Parte I (La concepción)

Una idea, tal vez un tanto descabellada sin duda, sin orden y sin estructura, cruza como relámpago por tu mente y al instante se convierte en un deseo, para alojarse después en tu corazón.

Contrariamente al de la divinidad, tus palabras no tienen el mismo poder; no aún, porque no eres un “Verbo”; no eres una palabra de poder. Si acaso, te consideras un sustantivo: propio, individual, único. Pero no te desanimas, el inherente poder creativo de tu naturaleza, está siempre contigo, está en ti, además tienes el privilegio de conocer todas las letras, una a una, en su forma y sonido y sabes que éstas, al unirse, van formando palabras sueltas y que a su vez se convierten en frases; entonces descubres el poder de las palabras. Lo conoces sí, pero todavía no lo adquieres, por eso no lo usas.

No todas las hembras corren el riesgo de quedar encintas sólo por tener un pensamiento como el tuyo, ni mucho menos los varones. Sin embargo, ‘los seres de tu especie’, hombres y mujeres, invariablemente, sí. Esa es la desgracia de los de tu naturaleza, el riesgo existe, siempre.

Como toda creación, la tuya comienza, también, por un pensamiento. Cierto es que éste no ha sido el único que ha pasado por tu mente, sino que es, dentro todos esos millones que cada día te invaden, uno de los pocos que lograron sobrepasar esa etapa.

Tu idea original, aquél pensamiento, por medio del poder que tienen las palabras pasó de ser sólo una simple idea en tu mente, a un deseo en tu corazón, a la posibilidad de ser una creación tangible que se materialice sobre un papel: un escrito, un texto. Puede ser una frase, un verso, un párrafo, un simple extracto de prosa; el germen de una obra mayor. Aunque aún sigue sin orden sin estructura visible. En lo profundo de tu corazón lo vas alimentando con más palabras, algunas sin ton ni son, pero va tomando forma. Te emocionas, a veces dudas ante la magnitud de las cosas que puedes llegar a crear, sí, pero lo que sientes es tangible y verdadero. Tu atención se concentra de nuevo en tu creación. Entonces, como un perfume delicado y fino que agrada a los sentidos, te invade la remota posibilidad de convertirte en escritor y de seguir creando más criaturas como esta.

¿Escritor? ¿En serio? ¿Escritor? Mmm. Por supuesto. No crees que sea tan difícil. Es más cualquiera puede escribir, ¿no es cierto?… Es tan simple como agarrar un lápiz y un papel. Los lápices y los cuadernos, son baratos, están a tu alcance. Es más, hoy en día, las computadoras, son tan sofisticadas que te ahorran mucho el trabajo, tiempo y esfuerzo. Lo puedes hacer por las noches, después del trabajo o cuando no estés tan ocupado o aburrido, o los fines de semana, que no tienes mucho qué hacer. En verdad, si analizas bien las cosas, no requiere de tanto esfuerzo. Sólo es cuestión de decidirse y dale: ‘Abrete boca… y que salga lo que quiera’. ¿Entonces…?

¿Escritor? ¡Nah! Eso está lejos, muy lejos aún. Lo dices con una certeza tal, que hasta tú mismo te sorprendes. Pero por un momento, en medio de toda esa lluvia de circunstancias motivadoras, te invade la diáfana estela de la duda. Después de debatirte entre todas las lisonjas de la oportunidad, la cordura se presenta y encuentra su lugar, ese que, inconscientemente, ya le estabas reservando. Resuelves, por tanto, que puedes probar, ¿no?

Sí, por qué no, ¡probar! Sólo para ver si puedes; sólo para saber si eres capaz de hacerlo; para ‘probarte’ a ti mismo. Obviamente, esto es sin poner en riesgo lo que ya tienes, aclaras. No hay necesidad de exponer tu profesión ni tu trabajo actual, ni tus labores cotidianas, ni tus responsabilidades presentes y futuras para aventurarse en algo así.
Lo tomarás como un Hobby, no más que eso, decides. De esta manera, tomarás con calma las cosas y si logras algún día publicar tus libros, entonces ya pensarás dejar a un lado lo que estas haciendo actualmente. ¡Publicar tus libros! El pensamiento es más veloz que las palabras.

Después de un tiempo, tal vez más lo que habías calculado inicialmente, y de una serie de truculentas peripecias, logras darle cierta forma a tu “hijo”. La emoción te impulsa y con ello emergerán nuevos sentimientos: algunos para tu gracia, placer y contento, otros para tu desgracia y descontento, pero éstos últimos no tienen cabida en ti, no ahora. Pero estarán ahí, esperando el momento preciso para salir. Y no te preocupa, pues ya lidiarás con ellos cuando llegue ese momento.

Por lo pronto, necesitas salir de ese círculo que has creado alrededor de ti mismo y de tu creación. Lo ves aumentar en tamaño y contenido, lo admiras, lo lees una y otra vez. No es posible que lo que has creado lo guardes, o escondas. Decides entonces que es tiempo de dar a conocerla noticia de que hay una criatura que has creado dentro de ti.

Te enteras de que hay un lugar, una página donde otros seres de una curiosidad y determinación similares a la tuya, en la que se registran y dan a conocer sus creaciones. Son ellos tantos y tan diferentes, como variadas son ellas. Pero todos tienen el mismo propósito que tú, ¿no? Entras, te registras. Como aún no conoces, no declaras lo que tienes, lo que es tuyo, lo que te pertenece. Buscas, observas, te trasladas de un espacio a otro, analizas y evalúas si “la incubadora” te ofrece seguridad, garantías y cuidados para tu futuro “hijo”. Lo cierto es que no. Pero eso no lo sabes. Sólo descubres que hay espacios enormes, lugares especiales en donde puedes compartir, opinar, decir… exponer, comparar e incluso, criticar. Te das cuenta entonces que no estas solo en esta empresa. Que hay muchos otros como tú, esa “rara especie” que ya no lo es tanto, con quienes tienes cosas en común. Te emocionas de nuevo, y sin pensarlo más, te registras. Pero actúas con precaución, no expones a tu “creación” así nada más, a la primera; tomas tus medidas.

Después de vacilar, sufrir y de escaparte de la rutina que caracteriza a los que viven en tu medio, decides que no te dejas intimidar por las peripecias sorteadas. Ni tampoco por la cantidad de las creaciones de otros que has encontrado al regresar al lugar; ni mucho menos de la “calidad” de las creaciones de ellos; permaneces firme en tus convicciones y en el potencial que tienes. Decides finalmente registrar a tu germen en potencia. Lo observas, lo revisas minuciosamente para saber si está completo, si le falta algo, si refleja lo que eres. Te parece que sí. La verdad es que no, pero eso no importa ahora. El júbilo que te invade te lleva a invitar a todos los que están presentes y los que no, conocidos o desconocidos, a que pasen a tu espacio y se deleiten con tu creación. Tu alegría es envidiable.

La realidad empieza a asentarse. Te sientes mal. De todas las invitaciones que enviaste, la mayoría fueron ignoradas, otras no fueron tomadas realmente en serio; el resto se convirtieron en reclamos, de aquellos que exigen que primero conozcas tú las obras de ellos, y después, si acaso, se dignarán a dedicarle un tiempo para ver las tuyas. No habías pensado en eso, de verdad. Creíste que todos estaban esperándote con ansias a que mostrases tus obras. Te sientes dolido, pero no importa, eso es solamente un esbozo de la vida de los seres de tu especie.

Pero te queda la evidencia de los que sí supieron apreciar lo que creaste. Revisas entonces las estadísticas y ves que hay afluencia, poca, pero la hay. Entras al espacio reservado para tu obra y encuentras, esperándote con los rostros iluminados por el resplandor, varios pares de estrellas. No mensajes, no comentarios, sólo estrellas. ¡Estrellas! Después las detestarás, pero por lo pronto te sirven de aliento. Una muestra palpable de que “alguien” sabe que tu obra existe, y eso te llena… por el momento. ¿No es eso halagador? Esperas unos cuantos días más, tal vez viene algo mejor.

Al regresar, finalmente encuentras señales de que esos seres también se comunican, se expresan y en algunos casos… hasta te ofrecen consejos, guía, un poco de dirección y mucho más. De inmediato respondes con muestras de agradecimiento, y en retribución, dedicas una gran parte de tu tiempo a leer lo que han escrito los demás. ¡Qué verdaderas sorpresas encuentras! Procedes entonces a clasificar: unos escriben bien, tal vez mejor que tú. Otros no, pero critican, tal vez demasiado. Otros más ni lo uno, ni lo otro, pero encuentran una buena razón para mantenerse vivos, destruyéndote con mensajes desacertados, ininteligibles o sin sentido: ‘Súper. Te dejo* **; ‘Bue…; ‘Ingenioso, todas mis ***** ; ‘‘Te quedó redondito’.

“Redondito, tu trasero”, piensas. Pero no haces caso de éstos últimos. Los comentarios que en realidad esperas, son los que te pueden ayudar, los que te ofrecen mejorar. Con ello renacen tus expectativas. Tomas con seriedad la crítica de algunos. Aunque te duele aceptarla, claro, después que has ido a sus espacio. ‘¿Y éste de qué cojones habla?’ Te preguntas después de leer lo que ellos han escrito. Quieres decir algo pero te refrenas, pues eres nuevo, no conoces, ellos sí. Saben más que tú.

Texto agregado el 05-02-2007, y leído por 295 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
11-05-2007 Creo que todas las etiquetas son malas en la sociedad, de un lado los que saben, del otro los que no, los que tienen y los que no tienen...Pero ... quien es el dueño de la verdad? o porque alguien tiene el Poder de la palabra y de dar su opinión, creemos que lo que dice es palabra santa. Realmente me tiene sin cuidado los ilustres que puedan opinar de mi corazón. Porque asi siento yo el escribir mostrar mi corazón, sin prejuicios. Y al que le gusta bien y al que no tambien. Privilegio otras cuestiones en este medio, como la comunicación y la manera de ser de las personas con las que trato a diario. Y si ellas alimentan mis buenas sensaciones y me regalan lo mas profundo de sus emociones, muchisimo mejor.Creo que en la comunicación está el punto de conexión entre todos los que deseamos sin prejuicios mostrar nuestras emociones***** monica-escritora-erotica
12-02-2007 Iba a decirte que te salió redondito, pero creo que es mejor decirte que lograste que me sienta identificado. Un abrazo. RIGOBERTO
06-02-2007 Te he leido. Nada por decir, mucho por aprender. Solo eso. dalecaspa
05-02-2007 La gran mayoría de los que aquí estamos no sabemos "unos más que otros" en esto de escribir. Tampoco sabemos criticar en el sentido en que te gustaría que lo hiciesen. A muchos los textos que leemos nos producen sensaciones, y eso es lo que sabemos, o intentamos transmitir con esos comentarios cortos que dejamos en los escritos de otros. No estoy del todo d acuerdo con lo que dice "leogrizuela", eso de abrir sólo lo que viene firmado por cuenteros reconocidos..., personalmente prefiero abrir todo lo que encuentro cuando entro a la página (salvo muy contadas excepciones) porque siempre hay sorpresas agradables por aquí. m_a_g_d_a2000
05-02-2007 Yo no se escribir,y quizas tampoco sepa ser critica. De todas formas si me gusta leer y tienes razon en lo que comentas eslavida
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