COSAS DE LA MODA.
Por Luís M. Villegas Salgado. HSP.
La mayor parte de la gente vemos el asunto de la moda solo como una especie de ritual estacional, al cual brindamos poca atención, asumiendo que es prácticamente como cualquier negocio. No es así. Tiene la virtud de involucrarnos ya que viene aparejada a cambios en el clima que nos fuerzan a revisar nuestro guardarropa en la búsqueda de lo apropiado para enfrentar nuestras actividades, de tal forma que presupone dos cuestiones básicas. Primera: el aspecto funcional, que nos brindara la comodidad de realizar tal o cual actividad, cumpliendo con los requerimientos del tiempo y la ocasión, por ejemplo; bañarse en una piscina, bailar tango, hacer gimnasia o salir a cenar fuera de casa y segunda: sin importar el estado físico del atuendo, que esté lo suficientemente “a la moda” para ponérselo. Si usted tiene la edad suficiente, se habrá dado cuenta que la moda es cíclica, es decir que después de cierto tiempo se renuevan los diseños que hicieron clásica a cierta época, de tal suerte que no es extraño que usted sienta un deja vú al encontrarse en la calle a alguien cuya facha le transporta a otra época. Lo cierto es que la moda siempre tiene una referencia cultural con los momentos en que fue creada y representa semióticamente las costumbres y pensamientos imperantes de su tiempo histórico o su antítesis. Tal fue el caso de la moda de los pachucos , que al tiempo devinieron en chicanos y luego cholos, hablando en spanglish, primero con sus zoot suit ,sombrero con pluma, cadenas en el pantalón amplio y zapatos combinados, buscando su identificación en los barrios latinos y el agro de Norteamérica y los beatniks en los años 50 , encabezados por los poetas Allen Ginsberg y Jack Keourac, siempre de aire intelectual, con grandes lentes de pasta negra, pipa y suéteres de cuello de tortuga negros y jeans, por supuesto, escuchando jazz neoyorquino, iluminados con velas y usando chanclas o huaraches, que dieran antecedente a la generación de los Hippies de los 60 con su fascinante imagen sicodélica y su contracultura de Amor y Paz, así como en los 70 y 80 con el fenómeno punk y su desprecio por lo establecido, proclamando el final de todo, con su música estruendosa, elemental y descuadrada, gritando insultos y declarándose en libertad, por supuesto que con ropa negra de piel o plástico y las cabezas rapadas o con pelos puntiagudos pintados de colores estrambóticos, reinaugurando tatuajes y perforaciones de ofensiva rebeldía.
Cuando se reciclan los diseños lo hacen a menudo jóvenes modistos a pedido de los grandes centros comerciales de la moda, que no vivieron esas épocas y desdeñan, ignorantes, el trasfondo de sus relaciones múltiples con actitudes e ideas que identificaron a esos tiempos. Es por ello que al perderse la esencia de su simbología, queda exclusivamente un ejercicio plástico intrascendente, evidenciando la carencia de valores a favor o en contra, de los últimos años del siglo XX y principios del XXI.
Dijo Johnny Rotten, cantante de los Sex Pistols, icono del Punk, “Era la falta de dinero, la pobreza y el hambre lo que habían convertido al Punk en algo nuevo y excitante, pero ya ha llegado la estereotipación, el uniforme Punk, la falta de originalidad”
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