Eran ya las dos de la tarde, el almuerzo había consistido en dos completos, todos los días era lo mismo, y mientras comía pensaba en la gran habilidad del cocinero.
¿Cómo es posible que alguien prepare un hot dog con una sola mano……mientras que con la otra, hurgaba entre sus dientes o su nariz tratando de cazar algún moco indómito?, para hacer eso, sin duda debía ser muy hábil.
Salieron del restaurante animadamente ya predispuestos a una tarde de relajo, cuando desde el otro lado de la calle alguien le hizo señas.-- ¡Ignacio, ahí está el guatón!, por fin apareció.
--Si, ya lo echaba de menos, al cruzar la calle se reunieron los tres, Ignacio Solís, el macizo pedro Infante y Raúl Astudillo. Se habían conocido en el primer año de la universidad y ya eran inseparables amigos, además de la amistad, formaban un muy buen grupo de estudio, pero esa tarde de día viernes ninguno pensaba en eso.
Raúl se acercó a Pedro y le dijo, ¡Donde cresta te habías metido, nosotros ya almorzamos!, y el gigante riéndose les respondió, ¿y a eso le dicen almuerzo?, esos completos mas bien parecen desechos radiactivos, no se extrañen si algún día llega Geenpeace a protestar, pero a pesar de todo debo reconocer que el cochino que los prepara tiene talento, igual salvan de vez en cuando.
Ignacio que había estado distraído mirando la tremenda exuberancia de unas escolares alegó. ¡Basta de cháchara y vamos al grano!, yo no quise gastar mucho en comida para poder gastar en bebida, así que vamonos.
Raúl Astudillo, el flacuchento eficiente, metódico y a la vez gran soñador, decía que con cada sueño y fantasía que el tenía se podría escribir un libro. No tenía muchos amigos, prefería mas bien estar solo, los pocos que bien le conocían, sabían que en el podía confiar ciegamente, como mas tarde lo comprobaría el gigante Infante….¡Nadie ni nada es lo que parece, por lo tanto yo solo confío en mis pocos amigos!, decía Raúl. Y precisamente uno de sus grandes amigos era Pedro Infante, en principio solo se ubicaban de vista, y jamás se saludaron hasta el día del asalto….
Ese día sábado, Raúl caminaba a una cuadra de la entrada de un pub, cuando un certero y artero codazo le dio de lleno en el rostro y lo hizo rebotar contra la pared, luego de eso, una patada…..¡Que chucha…!, pero un cuchillo de cacería le cortó las palabras al apoyarse enérgicamente en su cuello.
¡Ya maricón, entrega todas las huevas!, ese grito además fue acompañado de una fuerte presión del cuchillo en su garganta.
En ese momento, los sonidos de su alrededor parecieron apagarse, los autos se alejaron, nada se podía escuchar excepto la respiración agitada del asaltante. Solo conservaba la vista y el tacto, con la vista podía ver la hoja del cuchillo con el lomo dentado, y el tacto le recordaba que estaba en su cuello listo para hacerle mucho daño si el se resistía, recordó también el impune codazo y notó el labio superior inflamado….esto ya se había puesto muy feo, y cuando sus temblorosos dedos buscaban con resignación su billetera que pasaría a un nuevo dueño, pudo verlo todo en cámara lenta, al recordarlo saboreaba cada detalle, cada sonido, cada expresión en los rostros……
De pronto, la repugnante cara del delincuente giró noventa grados, sus ojos se cerraron para luego abrirse al máximo, de sus labios salió un lastimero alarido envuelto en un hilo de sangre, para terminar aterrizando con la espalda en el concreto.
¿Qué había pasado?.....del otro lado de la calle vienen dos personas caminando, una visiblemente más alta y mas robusta que la otra, se dan cuenta que están asaltando a alguien , el mas alto dice: ¡Oye, a ese lo conozco, tenemos un ramo juntos!, y junto con decirlo cruza la calle. Su amigo solo puede ver como un gigantesco puño en ristre por poco le corta la cabeza al cogotero.
Raúl, al sentirse liberado del cuchillo, soltó un respiro, se puso de pie tocándose la boca, no tenía sangre, pero si tenía rabia.
--¿Estas bien?.
--Si, pero este no, dijo apuntando al caído, y disfrutó enormemente de cada puntapié que le regaló.
Una tercera voz apareció diciendo, ¡Mira el cuchillo, este huevón se creía Rambo!, cagaste Rambo, vamos a llamar a los pacos. Era Ignacio.
Mientras arrastraban al delincuente a la comisaría comentaban:
--¡Oye, gracias por salvarme, de verdad te pasaste.!
--No te preocupes….yo te conozco, hicimos calculo I juntos.
--Si, me acuerdo de ti, ¿Cómo te llamas?.
--Pedro, y este huevón se llama Ignacio.
Al final del día, todo había resultado bien, un delincuente preso, y dos nuevos amigos..
Son las cuatro de la tarde en Santiago, decía Ignacio, un día viernes como cualquier otro, no tenemos clases, no hay pruebas cerca, hace calor en los pastos de la universidad….como conclusión…..¡Pásenme la cerveza!...
--Menos mal que nos rajamos en la prueba, dijo Raúl terminando la frase con un elaborado eructo, yo no pienso dar ese ramo por segunda.
--Yo tampoco, cualquier ramo menos ese, el profe cree que su ramo es el único y que uno no tiene ninguna hueá que hacer que estudiar su cagá de ramo, y hacerlo denuevo, ni cagando señores.
--Entonces guatón, para la próxima prueba estudiamos igual que para esta y le volamos la raja al profe.---¡Escuchen esto par de tontos!, no se confíen en ese viejo, por que el semestre pasado, la última prueba fue una masacre, ¿por que creen que ahora hay tantos repitentes?.....¡Oye, esta hueá está vacía, pásenme otra cerveza!
CONTINUARÁ....
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