Con cariño para el papá de la niña Dané
Ella había visto a su amiga Margot poner un chicle en la bolsa del pantalón del maestro y con picardía le había cerrado un ojo, al tiempo que el dedo índice cruzaba su boca, pidiéndole que guardase silencio. Cuando el maestro de tercer año de primaria, metió su mano para buscar sus llaves, se encontró con el pegajoso chicle.
_Tú fuiste Margot.
_ No maestro, yo hacía mi tarea con Dané. ¿ Verdad Dan, que sí?
El maestro movió la cabeza y siguió su clase. No dándole mayor importancia.
Una mañana, cuando su mamá había dispuesto la ropa que debería llevarse su papá, puso impulsivamente un chicle en uno de los calcetines. Cuando llegó de la escuela, su papá le preguntó:
-¿Fuiste tú quién puso un Chicle en mi calcetín?
-No papá
-¡Segura!
Los ojos del padre la veían directamente y ella a diferencia de su amiga, no pudo sostener la mirada.
_ Estás castigada. No te compraré nada durante dos días.
En el segundo día, cuando ella iba en el auto con su padre, llegaron al centro de la ciudad. Y en vitrinas gigantes, llenas de luces, se exhibían los panecillos de chocolate que a ella le encantaban.
-¡Papá papá cómprame mis galletas!
_ Ya no recuerdas que estás castigada. – Le contestó con voz seca.
Ella hizo un silencio.
- Ahora vengo.
- ¡No me vas a llevar!
“Allí estate, volvió a decirle”. y cruzó la calle.
La niña no pudo más. y lloró. Silenciosas las lágrimas hicieron camino por sus mejillas. Un lloro diferente, sin gritos, con un dolor que se atoraba en su pecho.
Aún sollozaba, cuando un extraño le tocó el oído.
-Niña estás de suerte, mira que mi hija no quiere galletas de chocolate y me da tristeza tirarlas. Te las regalo.
Y dejándoselas en su regazo siguió su camino.
Su padre llegó poco después y enfiló hacia el hogar. Ella no se atrevió a decirle que bajo el asiento había unas galletas de chocolate.
Durante los años siguientes creyó con firmeza que la fortuna le había sonreído, por haber degustado en la soledad del cuarto aquellas deliciosas galletas. Hoy es navidad y recordó a su padre con su sonrisa abierta. Ella aferrándose y sintiendo que el abrazo que le daba siempre valía mucho más que mil palabras. Ahora entiende que el desconocido que le obsequió las galletas había sido su padre en otra persona.
-¡Daneee, Daneee... ya estás lista! Apúrate o llegaremos tarde para la cena de navidad.
Tomó la foto de su padre y la guardó en el bolso y dijo para sí: Cenarás conmigo papá y habrá galletitas de Chocolate. |