Mi abuela, 
es una reina de finos peinados. 
cabellos rizados, 
blancos cual nieve. 
Viste sedas de terciopelo, 
su fina voz 
tal como tiernos destellos. 
 
Abuela, abuela. 
En tu castillo, 
yacen vuestras doncellas, 
vuestros príncipes 
cuidas cual tesoro escondido, 
matriarca que brillas 
como estrellas. 
 
¡Oh abuela!: 
juntáis vuestras manos al cielo, 
implorais a la Virgen 
con anhelo. 
 
Abuela, vuestros ruegos 
llegan al cielo, 
no pierden plegaria alguna 
los oídos del eterno, 
y ahora brillas cual cirio encendido 
en aquella estrella que miro. 
Ahí estás ante el eterno, 
mas tus ruegos, 
ruegos de letanía, 
brillan, resplandecen 
en las tierras de la reina del cielo: 
la Virgen María. 
 
No tubiste agonía, 
sino descanso completo, 
oíste el cariño, 
sentiste caricias, 
recibiste el regazo, 
desde lo alto, 
mas tú, reina, 
señora de lo bello,  
te sientes hermosa: 
matriarca de elfos y princesas, 
Blanca princesa, 
de rosarios y perlas, 
diamantes a tus mejillas. 
 
Ahora los ansestros 
vienen a tu encuentro, 
abren las puertas, 
las puertas del cielo. 
Reyes y princesas, 
salen a tu encuentro, 
saludan a la reina, 
miran, ¡qué destello 
sale de vuestro cuerpo!: 
alma pía, sana y salva, 
alma limpia, 
que ora y canta. 
 
¡Ay abuela!, 
ruega por mi alma, 
que espera encontrarte, 
tras esa puerta hermosa, 
puerta que al cielo se abre.  |