(... oh! si esta lluvia cesara, podría quitarme la tristeza de extrañarte, así, mucho, como te extraño y salir de este lodo melancólico y caminar hasta el quiosco para comprar el diario. -¿sabes?, busco trabajo-...
... Si esta lluvia cesara, con ese diario bajo el brazo podría ir caminando a los lugares donde ofrecen los trabajos -¿te acuerdas que auto no tengo y que la miseria de mis bolsillos es infinitamente grande, no?- y quizás, conseguir alguno, que quizás también podría llegar a hacer y con el dinero de la paga, que no creo que pudiese ser demasiado pero alcanzaría, mandarte una carta para pedirte perdón. Claro si la lluvia cesara y la tristeza desapareciera, si no pensara en vos, digo. Pero llueve y llueve, y más llueve dentro mío...)
En un cuarto de luz extenuada, donde apenas había recuerdos de algún revoque sobre sus paredes, y estas, eran presas fácil de las humedades y donde, también, el frío filoso y contundente inundaba desde el techo hasta los pisos. Entre los sonidos persistentes de una lluvia inacabable, frente a la mesa, la ventana, lo vio tomar la pistola y dispararse un tiro sólo una vez.
Las ratas lo encontraron primero y en los diarios no salió.
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