Cuán feliz he vuelto a ser. Cada vez que me vuelven a la cabeza tantos años de desgracias, desavenencias y desvaríos me resulta difícil creer que yo, con mi categoría intelectual, he podido caer hasta el fondo del fondo.

Qué tonto he sido. Seguramente, mis hijos ya no pensaran que soy el ser perfecto. Tarde o temprano pasaría, algún fallo tenía que cometer.

El tiempo cerrará las heridas de todos.

Por el dinero no hay problemas porque a un médico con tantos años de experiencia se le perdona un bache. Además le demuestro a quien sea que no se me ha olvidado nada de lo que me dio mi categoría profesional. ¡Vamos!, a mi. No saben con quién están hablando los cotillas esos.

Además, volveré a comprar nuestro apartamento en la playa, invertiré bien y no habrá problemas para que mis niños sigan mis pasos y se conviertan en cirujanos de prestigio. Si. ¡Qué feliz soy!. Mi mujer volverá a quererme. Volverá a quererme porque es claro que ahora no me quiere. Lo comprendo porque no se puede amar al cerdo en el que me convertí. ¡Qué feliz soy!...pero, ¿qué es eso?, nunca ha estado aquí...

¡No vayas a verla!, sigue con tu café que para eso has entrado aquí y no vuelvas a mirarla. ¡No!, por favor, estoy curado. Pero ¡es que es tan bella!...de acuerdo...sólo nos vamos a acercar. Por acercarse no pasa nada. ¡Nada!, solo me acercaré, ni siquiera le hablaré. Además para convencerme de que lo he superado he de probarlo de nuevo, ¿no?. Nadie se va a molestar porque te acerques...¡está soltera!, ¡je,je! Que humor tienes. ¡Ves!, ha vuelto hasta tu sentido del humor. ¡Qué feliz soy!, ¡qué diablos! sólo para celebrar que ya estás curado...

...y el médico con alta categoría intelectual volvió a echar una moneda a la máquina tragaperras...

A Laura, mi amor.