En un mundo lleno de realidad y vulgaridades, jugaba a ser soñador y poeta. Las reglas se rompían en quimeras y lo trivial moría en mis escritos. Si, solía ser el único participante del juego, siempre ganaba.
En mi picaresca travesura a veces era Borges como escritor otras Valentino como conquistador de corazones, en mis sueños me divertía amando imágenes de mi subconsciente y creando mundos utópicos.
Por las noches miraba el cielo y ponía nombres a las estrellas, cada una ángeles de mis sentimientos y demonios de mis percepciones físicas.
Era el monarca de una región habitada por un solo hombre, éramos solo yo y mi mundo de ensueños.
Un día lleno de cisnes de un mes segundo en un año palíndromo, los portales de mi reino fueron abiertos y entró entonces la intrusa participante.
En poco tiempo la extranjera se convirtió en Reina y Señora de una nueva comarca, la nuestra. Ya no era Borges ni Valentino, ahora siempre jugaba a ser Romeo.
Convencido de haber conquistado un corazón, seguí jugando en su compañía. El tiempo pasó y me di cuenta de mi error, esa entrometida mujer cuyo amor distaba de ser mío había robado mi alma y pasión.
Perdidamente enamorado comencé a perder en el juego que yo mismo había creado. Probé matarme solo en teoría, pero sus ojos y sonrisa me lo impedían.
Un día vacío de un mes que no quiero recordar en un año maldito, mi Reina como vino se fue, cerrando con llave detrás de ella el portal de lo que alguna vez fue mi Mundo y del cual no quedan huellas.
La intrusa había ganado y mi juego terminado.
Hoy mis sueños son pesadillas y mis poesías mediocres. Ya dejé de ser Borges, Valentino y Romeo, ahora me llamo Juan Pablo, tengo 21 años y vivo en un país llamado Argentina. La realidad y la vulgaridad se han amalgamado para convertirme en un hombre, un Don Nadie.
Recuerdo que alguna vez jugué a ser soñador y poeta y lo recuerdo porque Dios, al inventar mi mundo, olvidó crear el olvido…
|