Es un lugar donde me encuentro solo, intentando hilvanar algunas ideas que me tienen sudando un poco, pretendo desvariar un poco menos y me dispongo a comerme un ajo a mordidas. Son trazos los que me siguen después de esta prueba donde he errado más de una ocasión. Más allá de la contemplación me encuentro postrado sobre un cadáver en descomposición que se me parece…
Me reconozco después de tanto, intento prepararme para lo que venga, sea cual fuere el resultado de arriesgarme de nuevo, a por todas voy. Dispuesto el armario abierto, y las maletas en la puerta trasera, mientras sudo de nuevo un poco de pensarlo siquiera, tiémblenme las manos si intento asirme de una silla o una agarradera, mientras todos miren el juicio arreglado a su manera.
Estoy del otro lado del camino que inicié hace tanto y me sabe a tan poco, que pienso en volverme un poco loco si no termino esta odisea de seguir huyendo de todo, para encontrarme sumido en una ventana abierta cuando vuelva más viejo que otra cosa, con una vida gastada en buscar ser alguien que ya era de otro modo.
Es el tiempo de los vientos lejanos, que traen las antiguas primaveras, aires de otoños malditos e inviernos alocados con días de sol casi eternos; la acción sucede ahora desde cuando, y no dejo de sentirme un tanto extraño de equivocarme de ese modo, los pendientes asuntos me miran cansados de esperarme que les resuelva un poco, porque no tengo el tiempo.
Quisiera devorarle de un bocado, ese sueño capricho de pueril intento, pieza inacabada del rompecabezas en que me conformo, que me rodea si me convierto un poco en más humano, en menos otro que algún día fui. Antojo de tela negra ronda mi mente esquiva, que no se concentra en las líneas difusas de su entorno, cual si pudiera tragarle como una manzana ajena. Se desvanece como ha llegado, quedan las marcas que no le he dejado nunca, y una ventana avisa que hemos llegado al final de todo esto, brille afuera la luz que anunciar debiera, es de levantarnos el momento oportuno, para seguir caminando.
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