Despertó la noche que debía tener, la media luna a la cual yo esperaba acongojado, el monstruo que ansiaba llegar a mí. ¡Zahoríes délficos, seguidores apolíneos!, ellos me lo advirtieron. Llegó el momento en donde las corrientes del rió vuelvan y ya no se muevan. Llegó el día mas gris de la montaña. Llegó el cambio de estación de la luna. Llegó el momento anunciado, aletargado, ensimismado, jubiloso y deseoso de retornar a mi estomago. Llegó mi montaña, el monte en donde puedo regar las plantas con sangre y beber de ellas. Llegó la dicotomía de las aguas y mi paso afásico al otro lado. Llegaron las playas de flores y cimientos de papel, de animales pavorosos y vientos impetuosos, Llegaron los días en donde mi estomago regurgita otra vez encima de la ciudad y de mis cargas. Llego el día del dragón del miedo, de sus alas de fuego, de la vehemencia de su cola, y el rugir de la eternidad..... Y así llegó, y así espere junto con mi espada a que éste salga de su oscuridad. Él reptaba para salir del agujero, este es el profundo Davilon, ¡Conoce al perpetuo hombre-dragón del que te hable la otra vez!. Escoria de mi estomago, musitando a mi oído sale de mí y por mi boca, succionando el nuevo aire....siete millones y una vez he peleado con Davilon siete días y siete horas en el angustiado campo de batalla, cada pujante flameo de su cola, cada ascua de fuego de su boca, cada herida de garra en mi estomago. Y allí estaba yo, llorando debajo del cielo sin estrellas, y llore sin dormir y sin despertar. Y lloré aún más cuando mi alma recobro su nombre, y lloré aún más y escupí aún más, y pare aún más de llorar. Y tome mi brazo y lo pase por mis ojos, y sople resuelto y limpie el polvo que estaba encima del nombre de mi alma..... Y en forma de águila de la montaña, me vio y bajo de su nido y en su chillido refrendaba : “no es razonable buscar a Davilon y a su reptar de serpiente, pero cuando éste, y la voz del destino salen, ¡no le temas!; ¡míralo a la cara y con la frente bien levantada!”.... Parado y Patidifuso comprendí el trino y el coro del águila, y así revelé el valor del hombre, ¡Tener pies de árbol! ¡Aguantar con firmeza!