Como en Casa.
Por fin terminó el informe, miró la hora, las once de la noche. Las oficinas estaban vacías y oscuras, solo quedaba el nochero en la recepción que miraba un partido de fútbol que en realidad no era nada entretenido, se acompañaba de un termo con café para soportar mejor la fría noche de invierno. Él se puso su chaqueta, la aliso con la mano, envío el informe a su coordinador por correo para que lo viera mañana por la mañana. Luego apago el computador. Mañana tendría tiempo de imprimirlo para los demás, pensó. Caminó por un pasillo largo que daba a la gerencia y después a informática, se dirigió hasta el final de este, luego fue hasta la salida, miró al nochero en la recepción como alternaba los canales entre el partido de fútbol y el Kike Morande, cuando le vio pasar, el nochero se irguió en su asiento y lo saludo mientras él abría la puerta de salida, afuera corría una brisa nocturna fría que le estremeció por completo. De pronto se dio cuenta de que no tenía ningún sentido ir a casa, nadie lo esperaba, solo unas plantas medio marchitas, una cama sin hacer y quizás la mitad de un limón en el refrigerador. Jacinta ya no lo llamaba, y era a su pesar, parte del pasado y no había nada que hacer, en realidad, él no sabía que hacer y tampoco sabía si sentirse libre o solo, o idiota. Miró en el cielo unas nubes que amenazaban con romper de un momento a otro en una gran tormenta. Cerró la puerta que era de vidrio quedándose dentro de la empresa y vio su reflejo un instante, se veía más cansado, canoso y su cara estaba más arrugada de lo que imaginaba, era como ver por primera vez su rostro en la vida y no reconocerse. Titubeo un instante, pero se decidió, escuchaba como el Kike hablaba con un humorista que hacía un personaje de invertido o algo así. Tomó una silla y se acomodó junto al nochero, él lo miró un momento pero sin sorprenderse demasiado, no dijo nada, luego de un rato le sirvió una taza de café. Ambos miraban la pantalla, casi hipnotizados por el baile de una mujer exuberante que vestía una ropa muy ligera; ambos miraban la pantalla, casi hipnotizados por algo tan frío y ridículo y estúpido que no lo podían entender.
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