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El reloj marcaba las tres de la tarde, y el canto insoportable del pájaro del reloj pegado en la pared irritaba los oídos de cualquiera.
La casa era así, llena de insoportables accesorios. Los pasillos llenos de cuadros, que iban desde la más curiosa sobriedad hasta lo más kitch que podamos imaginar. Al pasar el umbral de la puerta, dos luces se prendían y se veía un decorativo que decía: “Bienvenidos a la luz de este hogar”. Si bien no solo eso nos recordaba de quien era la casa, sino que innumerables fotografías en formas de colages y cuadros inundaban los dormitorios y el living.
Cualquiera que visitara la casa se daría cuenta de que esa familia era unida o, por lo menos, eso se trataba de aparentar. No era una familia numerosa, dos hijos más los padres. Por parte del árbol familiar paterno, en las últimas generaciones no habían nacido mujeres, y ésta familia no era la excepción...
Eran las tres de la tarde, y en medio de esta nube de accesorios y fotografías, en el dormitorio matrimonial, se encontraba la única mujer de la casa. Su pelo largo y ondulado, sus ojos tristes y su desarreglo matutino tardío la hacían incompletamente irreconocible a los retratos que rodeaban la casa.
Estaba inmóvil, contemplando el paisaje que le ofrecía esa trade. Ese día en la madrugada su marido y sus dos hijos hombres habían ido a un paseo familiar, sólo para varones, organizado todos los veranos.
No tenía ganas de levantarse, no tenia ganas de nada, pero lentamente las necesidades biológicas hicieron que se levantara. Con desgano, y con un paso tambaleante bajo las escaleras y llegó a la cocina. No había absolutamente nada, quiso salir inmediatamente del lugar, para no deprimirse por la presencia de un tomate, un limón y el zumbido penetrante de una mosca.
Se vistió y decidió salir a comprar algo para matar el hambre. Caminó por las calles desiertas de su barrio, con la mirada pérdida producto del insostenible calor que pesaba sobre sus hombros.
Al llegar al lugar se detuvo, inspiró profundamente y sintió ese olor húmedo seco, ese olor que cuando lo hueles te recuerda el hecho más incómodo y desagradable que ha ocurrido en tu vida, y que justamente ese maldito olor era uno de los protagonistas.
Sacudió la cabeza, y comenzó a respirar por la boca. La frente y la espalda le sudaban, su pelo ya no tenía el mismo brillo y sus ojos seguían perdidos en la infinidad del cielo. El paso de un camión la dejo estática, después de unos segundos se activó. Entro a comprar. Sintió el olor de la fruta acalorada, el aire era denso y se condensaba frente al mesón. Miró fijamente al vendedor, que se encontraba de espaldas, masticando un lápiz y pensando en que palabra era la que le pedía ese puzzle. Ella volvió a sentir el deseo incontrolable de inspirar lo más fuerte que podía, de sentir de manera brusca y agresiva la mezcolanza de hedores que la rodeaban. Pensó que quizá le gustaría más tener todos esos olores pestilentes en su casa, que todas esas fotos y esos cuadros que disfrazaban de manera tan falsa la realidad.
Miró detenidamente todas las cosas que se le ofrecían. Sacó un par de chocolates y una bebida. Pagó y decidió salir del lugar que cortaba el aire con sus olores. Cuando ya se había acostumbrado y estaba a segundos de llegar a la salida, se percató de algo que le lleno el alma de emociones diversas.
Se acercó lentamente, y sus ojos contenían las lágrimas almacenadas quizá por cuánto tiempo, sus piernas y sus manos tiritaban, en su rostro se desdibujaba una sonrisa triste, y en sus gestos se notaba la ansiedad incontrolable de tenerlo en sus manos.
Lo tomó, lo miró cuidadosa y lentamente, algunas lágrimas se desvanecieron en sus mejillas, los recuerdos se apoderaron de sus mente. Su infancia vino como un huracán a sus ojos, los momentos de juego en jardín de primavera, el agua que le rociaba la cara todas las mañanas al ir a la escuela, los dibujos que con tanta emoción los grababa en las hojas de papel, los ricos pasteles que su madre le hacía todos los domingos, la idea de que toda su vida iba a ser como la imaginaba, que los árboles tenían vida, que el cielo era dios y tantas innumerable pensamientos que en su alma de infante la llenaban de luz y de alegría. Era ese el olor que se había inconscientemente prohibido por tanto tiempo. El olor de su infancia, de ese perfume que su madre lo rociaba con algodón por su cuello y por detrás de sus orejas, era ese el olor que tenían siempre sus vestidos y su pieza, era ese el olor de la felicidad que ella en estos momentos tanto añoraba, y que quería transmitirle a alguien que lo sintiese igual que ella, que le trajera los mismos lindos recuerdos, que en su olfato se quedará impregnado el pasado con tan simple gesto. Eso era lo que ella quería, quería una hija, una presencia femenina y delicada en aquella casa, algo que suavizara su alma, que se había ido endureciendo cada vez más. Quería tener amor y paz en su alma.
La voz del vendedor la despertó de esta introspección tan peculiar que la había llevado ese olor, ese perfume. Le preguntó con voz fría y despreocupada si se lo iba a llevar. Ella sin pensarlo le respondió que sí. Lo pagó, y sintió satisfacción, hace mucho que no se compraba algo para ella.
Salió del lugar y camino por las calles desiertas, sus lágrimas se tropezaban al salir de sus ojos, pero no era un llanto de pena, era distinto, era un llanto de recuerdos, de sueños sin cumplir, era un llanto de descubrimiento. Sí, ella había descubierto una parte de su alma que estaba dormida, las ganas de conseguir sus sueños habían vuelto, quería poner su alma y cuerpo en blanco, quería volver a ser esa niña.
Sin darse cuenta, llegó a su casa. El auto de su marido estaba estacionado en la entrada, escondió su tesoro, se arreglo el pelo. Respiro profundamente, ya no sentía los olores tan agresivos como antes, ya el calor no le pesaba en los hombros, se sentía renovada.
Su silueta se perdió dentro de tantos cuadros e imágenes.
Eran las cinco de la tarde y el canto insoportable del pájaro del reloj pegado en la pared irritaba los oídos de cualquiera, menos los de ella..

Texto agregado el 31-01-2007, y leído por 107 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-02-2007 luchando con el tiempo muy bien me gusto tu texto***** yeyson
 
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