Me pidieron que profundizara lo que había reflexionado, pero no encontré más terreno que pisar, o tal vez existe, pero no quiero atraparlo, le dejaré flotar un momento más.
Aveces me cuestiono mis reflexiones, son tan superficiales y distan de la perfección que una escritora pudiera buscar, aunque sinceramente no necesitas escribir muy bien para atrapar a tu querida presa... digo, lector.
Así es, los escritores aveces somos como bestias que se sacuden con sus hermosas plumas para atraer al más curioso ser, seduciéndolos con la mirada, atrapándolos luego cuando tragan nuestro veneno... ¿O será que les damos a beber nuestra ambrosía?
Mi escritura es ligera y mis reflexiones inmaduras, lo mejor de ésto es que, cuando tenga mis grandes obras impresas y casi inaccesibles para quién no disponga del dinero necesario para comprar su versión pirata, aún quedarán estos trozos sueltos de lo que pensé en algún momento.
Pensándolo mejor, me gusta reflexionar, aunque este texto poca relación tenga con su título.
Soy una adicta a la fantasía, adoro la magia pero solo en su prosa, me da miedo el futuro y le tengo algo de repudio al pasado más lejano, las reflexiones ajenas pueden consumirme con sus maravillas y hasta modificarme temporalmente, pero siempre vuelvo a mi verdadera esencia cuando caigo en estos absurdos monólogos.
Tal vez un poco de mí quede impregnado en tus ojos, sí, a ti te hablo, que sigues leyendo hasta aquí y probablemente te preguntes porqué sigo escribiendo incoherencias, pero a mi me gustan, soy yo en mi esencia más bruta.
Y pese a que no sea una reflexión de mis reflexiones, en cierto modo tiene una relación a ello en el comienzo, aunque, para vuestra desgracia, divagué demasiado y perdí su verdadero sentido (como casi siempre me pasa) al internarme en otros asuntos ajenos a lo que sería una verdadera reflexión. |