¿Cómo es que uno puede encapsularse así en el tiempo? ¿Desviar la mirada de aquellos paisajes ya vislumbrados hacia los inexorables destinos que nos aguardan? Prendí la computadora, mientras resucitaba a mis espectros con el característico café de la una. El tenebroso telón ya había caído, y las luces se filtraban a través de sus incontables brechas.
Comenzaba a interactuar con mis iguales no tan iguales. Era más sencillo hacerlo en este ambiente, donde las palabras no tenían rostro, y donde podía chapotear en varias lagunas a la vez. Por mucho tiempo me resguardé en esta costumbre de comunicarme, pero me daba cuenta que las distancias cada vez eran mas grandes, y cuando los pequeños trechos se alejan ya no queda más nada, todo está perdido. Siempre pensé que los espacios más difíciles de ensamblar eran con uno mismo, en la mente, y lo sigo manteniendo firmemente, mas ahora me doy cuenta que cuando las diferencias se acentúan con las mentes en el exterior el problema es aún mayor.
Hay algunas lagunas que ahora son ríos, y cada vez que intento salpicarme con ellas me sumerjo a tal extremo de ahogarme, y no me apetece bucear más allí. Me tiro en la fresca hierba, cavilando, escurriendo mis zapatillas y mis ojos también. Recordé aquellas palabras…. Los amigos te arrastran hacia abajo.
¿Cómo explicarles a ellos que ya no me era grato compartir esos momentos? ¿Que ya los había sentido en algún ocaso en mi niñez? ¿Qué en el mismo tiempo en que ellos habían aprendido a transitar por la vida yo ya la había vivido y disfrutaba de otros placeres? Siempre sentía sus manos en mis tobillos.
Esa noche el telón había caído prematuramente, tal vez era momento de ponerle fin a esta apática obra.