-Y mas o menos ¿a que hora regresarás? –preguntó Doña Josefina a su nieto Carlos.
-mmm… como a eso de las 8, abue. –contestó Carlos tratando de no mostrar sus verdaderas intensiones.
Carlos era un niño hasta cierto punto normal, tendría entre 10 y 12 años, la verdad no sé nunca le pregunté. Iba con regularidad a clases más nunca destacó sobre los demás, obedecía de manera perfecta a su abuela. Desde hace dos o tres años Carlos desarrollo un extraño gusto por matar pajaritos a pedradas, entre los chicos del pueblo era una actividad nada desconocida, pero lo curioso era que después de matarlos disfrutaba ver como los gatos se peleaban y destrozaban con el hocico a las ya mutiladas aves.
Desde tiempo atrás Carlos se había metido en la cabeza la idea de alcanzar las estrellas, hasta se compró un librito de matemáticas para principiantes, para ver si aquello era posible por medio de los números.
A base de sumas y restas y dos que tres divisiones logró hallar una formula Alcanza Estrellas; la formula estaba comprobada por Cosme Antonio Peñasco (amiguito de clases de Carlos).
-A ver Carlos, déjame volver a checar eso –dijo Cosme Peñasco arrebatándole una hoja a Carlos. 2+5=7; 7-2=5; todo esto entre 2 es igual a “2 punto y algo”… pues sí Carlos, creo que esta formula Alcanza Estrellas está correcta.
Carlos convencido de su triunfo teórico, iba a proseguir con lo práctico, tenía planeado hacerlos a la primera, sin titubeos. La fecha del gran día sería el 15 de febrero.
Esa tarde avisó a su abuela que regresaría a las 8, pero él sabía que mentía. Salió al parque donde Cosme Peñasco ya lo esperaba.
-bueno, nos vemos pronto. –Le dijo Carlos a Cosme con un tono de victoria en la voz.
Carlos volvió a mirar la formula, por si se le había pasado algo. pensó Carlos. Lentamente se quitó los huaraches, se acercó al resbaladero quedando la resbaladilla frente a él, desde ahí contó “2 punto y algo” metros, dio media vuelta y comenzó a correr con la misma furia y velocidad que sus ancestros mataban en ese mismo lugar millones de años atrás. Corrió y subió por la resbaladilla, cuando ante los ojos de Cosme Peñasco “un fuego” envolvió a Carlos de pies a cabeza e hizo que saliera proyectado a “2 punto y algo” millones de kilómetros por segundo.
En su cocina, Doña Josefina se asomaba por la ventana a las 7:52, cuando el sol se empezaba a perder detrás de los cerros, y notó una luz muy brillante en el cielo.
-Mal presagio –susurró Doña Josefina, mientras desplumaba una gallina para la cena…
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